5/12/15

Sábados


Otra mañana de sábado. Amanece temprano y respiro profundo. Abro la puerta, me siento en el patio a tomar café, mirando el cielo y la barranca que sube frente a mí. Hay una docena de palomas que viven en el tejado de una casa allá arriba, que cada tanto toman el vuelo al unísono porque otra ave, no sé si un halcón, pasa amenazadoramente rondando; cuando eso sucede, también los gallos cantan, alertando de la presencia del depredador.

En tierra, en la calle, me recargo en el respaldo de la silla, cruzo las piernas y tomo la taza caliente con las dos manos, calentándolas. Veo la calle a través de la barda, porque entre los ladrillos, cada dos niveles se han dejado huecos vacíos que abren la visión hacia afuera. Vuelvo a respirar. Puedo tomar al silencio como aliado, en esos instantes, sólo en ellos.

A dos casas de aquí, los vecinos parecen despertar. Se escuchan puertas que se abren y cierran, una lavadora de ropa que comienza a trabajar, música norteña. Alrededor del mediodía este ambiente será cacofónico, con los estéreos en cada casa gritando su música. Pero por ahora son sólo el indicio.

El patio, a pesar de ser pequeño, es un hervidero de vida. Hormigas que lo recorren de un lado a otro a través de un cable que les abre camino a horizontes reconstructores de vida y alimento. Racionalizadas. Alrededor del árbol que invade el patio desde la banqueta, telas de araña fluyen en diversas direcciones. Son tan delgadas como el hilo de una caña de pesca, muy finas y bellas con la luz de la mañana. Estos pequeños animales de ocho patas (¿o seis?) no son más grandes que un grano de arroz y tienen una habilidad asombrosa para producir esa tela, cada mañana, cada día, sin claudicar ante la arrebatadora acción de la escoba cuando las quito.

A pocos metros también hay mucha vida. Lastímera. Desde Tijuana hasta Tierra del Fuego hay esta vida humana marginada, más allá de la explotación. Cartoneros, familias completas, con quienes se comparte el pan.

El café ya está frío. Olvidé dar los últimos dos tragos largos, que fueron de pura rabia. Iré a la panadería porque el birote todavía está caliente. Hoy es día de mercado, en particular la verdura. Recordar pasar primero por el puesto del pescado, después por la fruta, pesar los vegetales y terminar en el que venden chicharrón. Me levanto de la silla. Otro fin de semana.


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