1/8/11

Mariátegui y el 1° de Mayo

¿Qué festividades anuales tienen mayores repercusiones para el ciudadano individualizado en la sociedad capitalista? Para aquel ciudadano que cree que el mundo gira alrededor suyo y de su capacidad adquisitiva.

De acuerdo a la ideología dominante, tendremos que responder las siguientes (en orden de importancia egocéntrico, máxima tradición humana para el capitalista): su cumpleaños, el cumpleaños de su madre, navidades, semana santa y año nuevo. Las dos primeras son fechas personales, mientras las restantes son sociales. Estas últimas han sido históricamente propuestas por la clase burguesa occidental en conjunto con la ideología religiosa. Por lo tanto, festejan el dominio de ellos sobre el resto del mundo. "¿Será mucho pedir a un musulmán que festeje el nacimientos del 'niñito dios'?" (se preguntarán los católicos y protestantes en todo el mundo).

Por otra parte, existen fechas que han sido impuestas por acciones sociales, por movimientos de cambio. Es el caso de las independencias, revoluciones, el nacimiento de naciones o deceso de coronas. Actualmente, conocemos que éstas han sido incorporadas al imaginario social dominante: España puede festejar la independencia de México o Perú al mismo tiempo que le denomina "encuentro" a la masacre y colonialismo que comenzó en 1492; así como agradece la intromisión trasnacional de sus telefónicas, gaseras, automotricez y el resto de su industra en América Latina. O Francia festeja las independencias africanas de la década de 1960 al tiempo que inunda los mercados africanos con baratijas manufacturadas por manos proletarias.

Pero hay una fecha en particular que se ha dado a festejar como un día abstracto, tirándole a lo subjetivo, como si "dios" lo hubiera establecido así: el 1° de Mayo. Ese día (nos dice la clase patronal), es el "Día del Trabajo". Representa el descanso de las labores del "ser humano" (más no del trabajador); ese día en que "dios también descansó".

Esa definición laxa de "trabajo" vista como cualquier actividad realizada es opuesta a la realidad bajo el sistema de producción capitalista. En primer lugar porque el 1° de Mayo se estableció como "Día del trabajador" y no del patrón o del explotador. Y en segundo lugar, porque en este día del trabajador se recuerda la lucha de clases llevada a cabo desde el siglo XVIII por la clase trabajadora en contra de (y no con) su explotador.

Así, el 1° de Mayo es otra fecha más que la clase dominante quiere expropiar de aquellos que dieron su vida por condiciones de trabajo equitativas. Y de la cual somos nosotros herederos por no perder.

Recuperar la memoria, que es el único método que tenemos para recuperar la dignidad de lucha.

A continuación se comparte un texto del gran marxista latinoamericano José Carlos Mariátegui. Es un texto escrito por el amauta en 1924 dirigido a los trabajadores peruanos en un 1° de Mayo:



El 1° de Mayo y el Frente Unico

"El 1° de Mayo es, en todo el mundo, un día de unidad del proletariado revolucionario, una fecha que reúne en un hirnenso frente único internacional a todos los trabajadores organizados. En esta fecha resuenan, unánimemente obedecidas y acatadas, las palabras de Carlos Marx: "Proletarios de todos los países, uníos". En esta fecha caen espontáneamente todas las barreras que diferencian y separan en varios grupos y varias escuelas a la vanguardia proletaria.

El 1° de Mayo no pertenece a una Internacional es la fecha de todas las Internacionales. Socialistas, comunistas y libertarios de todos los matices se confunden y se mezclan hoy en un solo ejército que marcha hacia la lucha final.

Esta fecha, en suma, es una afirnación y una instatación de que el frente único proletario es posible y es practicable y de que a su realizacion no se opone ningún interés, ninguna exigencia del presente.

A muchas meditaciones invita esta fecha internacional. Pero para los trabajadores peruanos las más actual, la más oportuna es la que concierne a la necesidad y a la posibilidad del frente único. Ultimamente se han producido algunos intentos seccionistas. Y urgee entenderse, urg concretarse para impedir que estos intentos prosperen, evitando que socaven y que minen la naciente vanguardia proletaria del Perú.

Mi actitud, desde mi incorporación en esta vanguardia, ha sido siempre la de un fautor convencido, la de un propagandista fervoroso del frente único. Recuerdo haberlo declarado en una de las conferencias iniciales de mi curso de historia de la crisis mundial. Respondiendo a los primeros gestos de resistencia y de aprensión de algunos antiguos y hieráticos libertarios, más preocupados de la rigidez del dogma que de la eficacia y la fecundidad de la acción, dije entoces desde la tribuna de la Universidad Popular: "Somos todavía pocos para dividirnos. No hagamos cuestión de etiquetas ni de títulos."

Posteriormente he repetido estas o análoga palabras. Y no me cansaré de reietesrarlas. El movimiento clasista, entre nosotros, es aún muy incipiente, muy limitado, para que pensemos en fraccionarle y escindirle. Antes de que llegue la hora, inevitable acaso, de una división, nos corresponde realizar mucha obra común, mucha labor solidaria. Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Nos toca, por ejemplo, suscitar en la mayoría del proletariado peruáno, conciencia de clase y sentimiento de clase. Esta faena pertenece por igual a socialistas y sindicalistas, a comunistas y libertarios. Todos tenemos el deber de sembrar gérmenes de renovación y de difundir ideas clasistas. Todos tenemos el deber de alejar al proletariado de las asambleas amarillas y de las falsas "instituciones representativas". Todos tenemos el deber de luchar contra los ataques y las represiones reaccionarias. Todos tenemos el deber de defender la tribuna, la prensa y la organización proletaria. Todos tenemos el deber de sostener las reivindicaciones de la esclavizada y oprimida raza indígena. En el cumplimiento de estos deberes históricos, de estos deberes elementales, se encontrarán y juntarán nuestros caminos, cualquiera que sea nuestra meta última.

El frente Único no anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina única. Es una acción contingente, concreta, práctica. El programa del frente Único considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda abstracción y de toda utópla. Preconizar el frente único no es, pues, preconizar el confusionismo ideológico. Dentro del frente único cada cual debe conservar su propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por su propio credo. Pero todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase, vinculados porla lucha contra el adversario común, ligados por la misma voluntad revolucionaria, y la misma pasión renovadora. Formar un frente único es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad urgente. No es renunciar a la doctrina que cada uno sirve ni a la posición que cada uno ocupa en la vanguardia, la variedad de tendencias y la diversidad de matices ideológicos es inevitable en esa inmensa legión humana que se llama el proletariado. La existencia de tendencias y grupos defínidos y precisos no es un mal; es por el contrario la señal de un periodo avanzado del proceso revolucionario. Lo que importa es que esos grupos y esas tendencias sepan entenderse ante la realidad concreta del día. Que no se esterilicen bizantinamente en exconfesiones y excomuniones reciprocas. Que no alejen a las masas de la revolución con el espectáculo de las querellas dogmáticas de sus predicadores. Que no empleensus armas ni dilapiden su tiempo en herirse unos a otros, sino en combatir el orden social sus instituciones, sus injusticias y sus crímenes.

Tratemos de sentir cordialmente el lazo histórico que nos une a todos los hombres de la vanguardia, a todos los fautores de la renovación. Los ejemplos que a diario nos vienen de fuera son innumerables y magníficos. El más reciente y emocionante de estos ejemplos es el de Germaine Berthon. Germaine Berthon, anarquista, disparó certeramente su revólver contra un organizador y conductor del terror blanco por vengar el asesinato del socialista Jean Jaurés. Los espíritus nobles, elevados y sinceros de la revolución, perciben y respetan, así, por encirna de toda barrera teórica, la solidaridad histórica de sus esfuerzos y de sus obras. Pertenece a los espíritus mezquinos, sin horizontes y sin alas, a las mentalidades dogmáticas que quieren petrificar e inmovilizar la vida en una fórmula rígida, el privilegio de la incomprensión y del egotismo sectarios.

El frente único proletario, por fortuna, es entre nosotros una decisión y un anhelo evidente del proletariado. Las masas reclaman la unidad. Las masas quieren fe. Y, por eso, su alma rechaza la voz corrosiva, disolvente y pesimista de los que niegan y de los que dudan, y busca la voz optimista, cordial, juvenil y fecunda de los afirman y de los que creen."


Fuente:

Escrito: 1924.
Primera edición: El Obrero Textíl, vol. V, No. 59, Lima, mayo 1, 1924.
Fuente: José Carlos Mariátegui, La organización del proletariado, Comisión Política del Comité Central del Partido Comunista Peruano (eds.). Lima: Ediciones Bandera Roja, 1967.
Preparado para el Internet: Marxists Internet Archive, 2000.


29/7/11

Origen del 1° de Mayo: la lucha de las mujeres

Lucía González, trabajadora

28/7/11

Utopía Salvaje: fragmento

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"Aquí entre nosotros, lector, yo digo que estas juiciosas mujeres son, nada más y nada menos, que las primeras revolucionarias de la historia. Son las pioneras de la revolución femenista permanente: trotskistas... Se dio, entonces, el inevitable salto dialéctico: la cantidad se convirtió en calidad... En consecuencia, las mujeres sojuzgaron a los hombres, subvirtiendo el orden social y natural. Para garantizar su hegemonía hicieron lo que hacen todas las clases victoriosas: tomaron para sí las armas, expropiaron los adornos, monopolizaron los puestos y acabaron con el ocio de los hombres, para someterlos por el cansancio."

Darcy Ribeiro, Utopía Salvaje
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22/7/11

Raquel Gutiérrez Aguilar: Carta abierta a los hombres y mujeres sensibles de este mundo


En las acciones del gobierno yanqui se demuestra el futuro del continente. En estos días a la docente mexicana Raquel Gutiérrez se le bajó del avión sin ninguna explicación cuando iba a entrar a territorio norteamericano. El abuso discrecional del gobierno yanqui es en México la punta de lanza discursiva de la clase burguesa y timorata. A continuación reproducimos la carta abierta que la profesora Gutiérrez publicó después que se le impidió llegar a su destino. También los invitamos a que lean su libro Los ritmos del Pachakuti. ¡Reproduzcan la carta y las voces de lucha!



Carta abierta a los hombres y mujeres sensibles de este mundo 
Raquel Gutiérrez Aguilar


Anoche tomé un avión para ir a Italia. Tenía que llegar a la Toscana a encontrarme con amigos y compañeros para compartir con ellos experiencias de luchas en América Latina. No pude llegar a mi destino porque al gobierno gringo se le ocurrió que yo no tenía derecho a pasar ya no digamos por su territorio, sino tampoco por su “espacio aéreo”… así fuera en una línea aérea supuestamente mexicana -AeroMéxico- que operaba un vuelo de otra línea de otro país distinto -Alitalia-… y sin importar que lo más cerca que iba a estar de “su territorio” fueran 30,000 pies de altitud.

Les cuento lo que ocurrió:

El miércoles 20 de julio de 2011 a las 22:35 horas, en México D.F. abordé el avión de Aeroméxico vuelo 033 con destino a Barcelona, para conectar desde ahí con otro vuelo a Roma en Alitalia. Una amiga me acompañaría desde Roma hasta la Toscana por tierra.
El vuelo se iba desarrollando de manera totalmente normal cuando un poco después de la medianoche el capitán avisó que volvíamos a Monterrey porque se había cerrado el espacio aéreo norteamericano. Explicó que, dado que había que volar por otra ruta, el avión tenía que re-aprovisionarse de combustible.
Fue así que volvimos a Monterrey en medio de cierto nerviosismo pues era muy raro lo que se decía por el altavoz.
Mi sorpresa mayúscula fue que cuando aterrizamos en dicha ciudad, pasada la 1 de la mañana de hoy, 21 de julio, se acerco a mi una de las azafatas, y me pidió que mostrara una identificación. Se la mostré sin ningún problema. Yo tenía conmigo mi credencial de elector y también mi credencial de la UNAM. Una vez que vio mi nombre me pidió que recogiera mis cosas y que la acompañara a la puerta del avión.
Cuando llegué a la puerta del avión con todo mi equipaje de mano había unos cuantos policías federales mexicanos y dos o tres funcionarios de Aeroméxico que me pidieron identificarme nuevamente y bajar del avión. Yo les dije que no iba a bajar a menos que me explicaran que estaba sucediendo. Contestaron que “el gobierno de Estados Unidos había negado el paso al avión porque yo iba en él” ¡¡¡¡!!!!
Ante mi cara de absoluta extrañeza, una regiomontana muy amable de Aeroméxico me dijo que ellos también estaban muy extrañados, que por favor les acompañara y que viéramos que se podía hacer. No me quedó más remedio que bajarme del avión; mientras tanto, ya estaban bajando mi equipaje -el que tenía documentado.
Los policías federales, de una manera bastante intimidatoria pidieron que les entregaran una copia de mi pasaporte. Fui con las señoritas de Aeroméxico a sacar las copias del pasaporte a una oficina de la empresa, la policía se las llevó y estas mismas señoritas -a las cuales yo si les creo que estaban: asombradas de lo que estaba pasando, indignadas (porque se habían tenido que quedar a trabajar horas extras) y que además eran sumamente amables- lo que me dijeron era que tenían que buscar una ruta para mi que no pasara por los Estados Unidos y que Aeroméxico, de todos modos, se haría cargo de mandarme a Italia.
Estuvimos esperando en el aeropuerto más o menos una hora y media, hasta que por fin lograron despachar al avión de vuelta. Después, ellas mismas me llevaron a un taxi que me llevó a un hotel. Yo estaba bastante asustada y muy muy indignada. También les pedí que me consiguieran un asiento en el primer vuelo a la ciudad de México a lo cual accedieron de inmediato.

Una vez en el hotel Marriot Courtyard me comuniqué con varios de mis amigos y amigas más queridos, con los compañeros de Italia que iban a estar esperándome en Roma, a fin de avisarles que no llegaría en el vuelo programado. También pensé mucho en qué hacer y decidí, en diálogo con todos mis amigos y amigas, lo siguiente:

  1. Lo que yo sentía más profundamente era una especie de susto, de vulnerabilidad profunda que me empujaba, básicamente, a querer ponerme a salvo. Eso hice. Decidí no intentar viajar nuevamente esta noche.
  2. También sentía una indignación infinita: ¿cómo puede pasar esto de que te bajen de un avión en donde se les ocurra, cómo pueden estas “autoridades estadounidenses” comportarse con tal despotismo? ¿Cómo lo toleramos? ¿Cómo nos protegemos ante estas cosas que ellos pueden hacernos de manera tan impune y tan insolente?
  3. Todo este día 21 ha sido de conversaciones con muchos amigos a quienes agradezco enormemente el apoyo y la indignación que han compartido conmigo. Hemos ido entendiendo varias cosas:

* Estas arbitrariedades que aparecen “como porque sí”… que uno tiene que soportar sin tener manera de hacer nada son el tipo de relaciones sociales que nos están imponiendo y, en este caso particular, son una especie de “aviso” de que ellos consideran que todo lo pueden.

Y por supuesto que tienen mucho poder para muchas cosas, como bajar a la pasajera del asiento 17J de una línea aérea supuestamente extranjera que va viajando a un país que no es el suyo, y dejarla tirada en medio del norte de México cualquier madrugada de cualquier día.

Pero no tienen el poder suficiente para evitar que nosotros nos enlacemos y hablemos, para que mañana yo esté y participe con los compañeros en Italia, así no sea de manera presencial. Eso no pueden impedirlo.

Tampoco tienen la capacidad de evitar que este conjunto de agravios chicos nos ayude a indignarnos, a enlazarnos, a autocuidarnos que es lo que mis amigos y amigas han estado haciendo conmigo desde esta madrugada. Es lo que hemos hecho en este caso, chico, minúsculo casi, donde no hubo tortura, ni amenazas, ni muerte… apenas hubo un susto nocturno a una pasajera y una falta de respeto absoluto a todos los otros viajeros que seguramente se vieron afectados en sus itinerarios y en sus planes. Por eso creo que en este caso nimio, pequeñito, podemos reconocernos todos en los agravios que hemos ido padeciendo y soportando. Casi todos tenemos una historia así, de que algo nos impidieron, de que en algo nos agraviaron. Y por eso sería muy bueno pensar en las maneras de nuestra autoprotección colectiva.

Estamos atravesando tiempos malos que amenazan ser peores. Hacer brotar nuestras mejores y más variadas habilidades para inhibir que ellos consigan sus fines de paralizarnos y asustarnos, es lo que me parece más urgente. No soportemos ya estos agravios en silencio, pensemos no sólo como “denunciarlos”, sino como inhibirlos, como darles la vuelta: cómo cuidarnos entre todos que es el mejor remedio -creo- para esta fragmentación basada en el miedo en el que estamos viviendo.

Lo que se nos ha ocurrido a todos los que hoy día hemos dialogado mientras yo recorría el largo camino de Monterrey al D.F. y de ahí a la casa de mi madre que era donde yo quería estar para sentirme a salvo, es que vamos a hacer varias cosas:

  1. Vamos a exigir a las dos compañías aéreas Aeroméxico y Alitalia que digan qué pasó con la pasajera del asiento 17J del vuelo AM33 del 20 de julio que tomó su avión a las 10:35 y no llegó a su destino. Que lo digan ellos, que expliquen a qué derecho tiene una que atenerse cuando decide viajar al extranjero.
  2. Vamos también a exigir a las autoridades estadounidenses que expliquen el peligro que podía causarles que la pasajera del asiento 17J del vuelo en cuestión volara a 30,000 pies de altura por encima de Estados Unidos. En esto les pedimos a los amigos y compañeros estadounidenses que nos ayuden. Queremos una explicación. ¿Cómo causa peligro esta mujer? ¿Cómo amenaza la seguridad de Mrs. Smith de Alabama o de Miss Jones de Boston, el que la pasajera del 17J sobrevuele sus casas? Queremos que esas “autoridades” expliquen lo que hacen. Queremos que nos expliquen lo que deciden y por qué lo deciden. Porque sus decisiones son no solo tontas sino muy, demasiado, arbitrarias.
  3. Vamos también a organizar una manera para pedir a los estadounidenses amigos -que son los únicos que son reconocidos como personas con derecho a voz por el estado norteamericano; los demás ni siquiera eso tenemos- a que todos los que estamos en la “lista negra” del gobierno estadounidense por muy variadas y casi siempre absurdas causas, tengamos de todos modos al menos una “visa aérea” para que ese gobierno no pueda impedir el tráfico aéreo y la movilidad de ciudadanos de otros países. No se pide que nos dejen entrar a su país. Ellos tendrán motivos para no querer que vayamos allá. Pero es aberrante esto de no permitir que pase por el aire un avión donde vaya viajando cualquiera que ellos, por algún motivo, consideren non grato.
  4. Finalmente, también estamos armando un blog pues creemos que el trabajo de cuidarnos entre todos es lo único que nos puede salvar, quizá, de esta prepotencia enloquecida. Y no podemos quedarnos paralizados y perplejos -como yo estuve anoche en la puerta de ese avión de Aeroméxico regresado a Monterrey-, conviene que vayamos hilando los “testimonios de los agravios que hemos padecido los de la lista negra”. Sabemos que son muchos. Sabemos que no queremos soportarlos callados y solos… Sabemos que podemos hacer que se mitiguen y quizá, ojalá, que se acaben.

En fin, pues agradezco a uds. cualquier apoyo o atención que puedan poner a este asunto… No es cuestión de garantizar que Raquel Gutiérrez pueda viajar, sino que cualquiera, cualquier persona, hombre, mujer o niño que vaya sentado en el asiento 17J, sepa que puede llegar a su destino. Que sepa que no tiene que tener miedo, que sepa, pues, que está seguro y que puede caminar el mundo para encontrarse con sus hermanos y hermanas con confianza.

Si esta carta les hace algún sentido, si consideran que hay algo que esté en sus manos hacer para que esto no ocurra, les pido que respondan al correo: hombresymujeres.agraviados@gmail.com y que miren el blog, http://agraviosgringosnongratos.blogspot.com/ para que ahí escriban sus comentarios y todos podamos ir conversando.

De todo corazón agradezco a quienes me sostuvieron cuando me atrapó el despotismo y la arbitrariedad gubernamental estadounidense en mi propio país. Agradezco también a quienes, estoy segura, nos iremos hilvanando en esta red de autoprotección y cuidado que estamos proponiendo que en común construyamos.

21 de julio de 2011

María Raquel Gutiérrez Aguilar


El Alto: origen de sueños cincelados por los pies


En este video compartido por una compañera santacruceña destacan las texturas, los contrastes y el filo ardiente de la vida en El Alto, Bolivia. Ciudad suburbana de solidaridad infinita, las calles de adoquines son recorridas por sus pobladores cada mañana para ganarse la vida en La Paz. Ciudad forjadora de revolucionarios, que en 1952 iniciaron el camino para la posibilidad de las revoluciones socialistas en toda América Latina.



Los Alteños from Patricio Crooker on Vimeo.

17/7/11

Sartre descubre los libros, autobiografía


Las palabras es el título con que Jean Paul Sartre denominó a la autobiografía de su infancia. Escrito en 1964 nos habla del pasado familiar, del descubrimiento del mundo y la sociedad, así como su estrecho vínculo con la lectura y la escritura. Como establece ahí: "Muy pronto me encontré preparado para tratar el profesorado como un sacerdocio y la literatura como una pasión."

En el fragmento de Las palabras de Sartre que reproducimos a continuación encontramos con exquisita narrativa el descubrimiento durante su infancia de los libros. En los pasajes nos sentimos acompañados de despertares e inquietudes que son universales a cualquier chico que comienza su encuentro con ellos; desde el sagrado posicionamiento de los tomos en las estanterías hasta descifrar caracteres que todavía no se conocen pero se busca interpretar.

En particular, el encuentro de un niño pequeño burgués con la sociedad a través de las historias narradas en los libros, contrapuesta a la cruda supervivencia que los niños proletarios tienen que someterse para conocer. Sartre, irónico, afirma que de ahí surgió su idealismo, de conocer el mundo a través de las páginas de los libros; idealismo, que dice, superó treinta años después.

Este fragmento de Las palabras es un verdadero ensayo pedagógico para educar a los docentes primarios que reproducen sus prejuicios en mentes todavía no malformadas. Dejar que el autodidacta emerja.


Sartre narra:

"Empecé mi vida como sin duda la acabaré: en medio de los libros. En el despacho de mi abuelo había libros por todas partes; estaba prohibido limpiarles el polvo salvo una vez al año, en octubre, antes del comienzo de las clases. No sabía leer aún y ya reverenciaba esas piedras levantadas: derechas o inclinadas, apretadas como ladrillos en los estantes de la biblioteca o noblemente espaciadas formando avenidas de menhires; sentía que la prosperidad de nuestra familia dependía de ellas. Se parecían todas; yo retozaba en un santuario minúsculo, rodeado de monumentos rechonchos, antiguos, que me habían visto nacer, que habían de verme morir y cuya permanencia me garantizaba un porvenir tan tranquilo como el pasado. Yo las tocaba a escondidas para honrar a mis manos con su polvo, pero no sabía qué hacer con ellas y asistía cada día a unas ceremonias cuyo sentido se me escapaba. Mi abuelo, tan torpe de costumbre que mi madre le abrochaba los guantes, manejaba esos objetos culturales con una destreza de oficiante. Le he visto mil veces levantarse con un aire ausente, dar la vuelta a la mesa, cruzar la habitación de dos zancadas, tomar un volumen sin dudar ni lo más mínimo, sin tener el tiempo de elegir, hojearlo mientras volvía a su sillón, con un movimiento combinado del pulgar y del índice, y luego, apenas sentado, abrirlo de golpe por «la página buena», haciéndolo crujir como un zapato. A veces me acercaba para observar esas cajas que se hendían como ostras y descubrir la desnudez de sus órganos interiores, unas hojas descoloridas y enmohecidas, ligeramente infladas, cubiertas de venillas negras que bebían tinta y olían a hongo.

"En la habitación de mi abuela los libros estaban echados; se los prestaban en una biblioteca y nunca vi más de dos a la vez. Esas baratijas me hadan pensar en los confites de Año Nuevo porque sus hojas flexibles y con reflejos parecían recortadas en papel satinado. Vivas, blancas, casi nuevas, servían de pretexto para unos ligeros misterios. Todos los viernes mi abuela se vestía para salir y decía: «Los voy a devolver»; a-la vuelta, después de haberse quitado el sombrero negro y el velo, los sacaba de su manguito y yo me preguntaba, chasqueado: «¿Son los mismos?» Ella los «forraba» cuidadosamente y luego, tras haber elegido uno de ellos, se instalaba junto a la ventana, en la poltrona, se calzaba las gafas, suspiraba de felicidad y de lasitud, bajaba los párpados con una fina sonrisa voluptuosa, que después encontré en los labios de la Gioconda; mi madre se callaba, me pedía que me callase, yo pensaba en la misa, en la muerte, en el sueño; me llenaba de un silencio sagrado. Louise soltaba una risita de vez en cuando; llamaba a su hija, señalaba una línea con el dedo y las dos mujeres intercambiaban una mirada de complicidad. Sin embargo, no me gustaban esos libros con encuadernación demasiado distinguida; eran unos intrusos y mi abuelo no ocultaba que eran objeto de un culto menor, exclusivamente femenino. El domingo entraba por no saber qué hacer en la habitación de su mujer y se plantaba delante de ella sin tener nada que decirle; todo el mundo le miraba, él tamborileaba en el cristal y al final, cuando ya no podía inventar nada, se volvía hacia donde estaba Louise y le quitaba la novela de las manos. «¡Charles —gritaba ella, furiosa—, me vas a perder la página!» Él, con las cejas levantadas, ya estaba leyendo; de pronto golpeaba el libro con el índice: «¡No entiendo!» «¿Pero cómo quieres entender —decía mi abuela—, si lees para adentro?» Acababa tirando el libro sobre la mesa y se iba alzándose de hombros.

"Como era del oficio, seguramente tenía razón. Yo lo sabía, me había enseñado, en un estante de la biblioteca, unos gruesos volúmenes encuadernados cubiertos con una tela oscura. «Esos, pequeño, los ha hecho tu abuelo.» ¡Qué orgullo! Yo era el nieto de un artesano especializado en la fabricación de objetos santos, tan respetable como un constructor de órganos, como un sastre de clérigos. Yo le vi manos a la obra: todos los años reeditaba el Deutsches Lesebuch. En las vacaciones toda la familia esperaba las pruebas con impaciencia; Charles no soportaba la inactividad; se enfadaba para pasar el tiempo. Por fin el cartero llegaba con unos gruesos paquetes blandos, cortábamos los cordeles con unas tijeras; mi abuelo desplegaba las galeradas, las extendía encima de la mesa del comedor y las acuchillaba con rayas rojas; cada vez que había una errata blasfemaba entre dientes, pero sólo gritaba cuando la muchacha pretendía poner la mesa. Todo el mundo estaba contento. Yo, subido encima de una silla, contemplaba con éxtasis esas líneas negras estriadas de sangre. Charles Schweitzer me enseñó que tenía un enemigo mortal: su editor. Mi abuelo nunca había sabido contar; pródigo por despreocupación, generoso por ostentación, acabó por caer, mucho más tarde, en esa enfermedad de los octogenarios: la avaricia, efecto de la impotencia y del miedo a la muerte. En aquella época sólo una extraña desconfianza la anunciaba; cuando recibía, en un giro, el importe de sus derechos de autor, elevaba los brazos al cielo gritando que le degollaban o entraba en la habitación de mi abuela y declaraba sombríamente: «Mi editor me roba como un salteador de caminos». Yo descubrí, estupefacto, la explotación del hombre por el hombre. Sin esta abominación, afortunadamente circunscrita, el mundo habría estado bien hecho: los patronos daban según sus posibilidades a los obreros según sus méritos. ¿Por qué tenían que deslucirlo los editores, esos vampiros, bebiéndose la sangre de mi pobre abuelo? Aumentó mi respeto por aquel hombre de Dios cuya dedicación no encontraba la merecida recompensa. Muy pronto me encontré preparado para tratar el profesorado como un sacerdocio y la literatura como una pasión. 


"Aún no sabía leer, pero ya era lo bastante snob para exigir tener mis libros. Mi abuelo se fue a ver al pícaro de su editor e hizo que le diesen Les Contes del poeta Maurice Bouchor, relatos sacados del folklore y adaptados al gusto de los niños por un hombre que, según decía él, había conservado los ojos de la infancia. Yo quise empezar en seguida las ceremonias de apropiación. Cogí los dos pequeños volúmenes, los olí, los palpé, los abrí cuidadosamente por «la página buena» haciendo que crujiesen. Era en vano: no tenía el sentimiento de poseerlos. Sin lograr mayor éxito, intenté tratarlos como muñecas, los mecí, los besé, les pegué. A punto de echarme a llorar, acabé poniéndoselos en las rodillas a mi madre. Ella levantó la vista de su labor. «¿Qué quieres que te lea, queridín? ¿Las Hadas?» Yo pregunté, incrédulo: «¿Están ahí dentro las hadas?» Ese cuento me resultaba familiar; mi madre me lo contaba muchas veces, cuando me lavaba, interrumpiéndose para friccionarme con agua de Colonia, para recoger, debajo de la bañera, el jabón que se le había escapado de las manos, y yo escuchaba distraídamente el relato tan conocido; yo no tenía ojos más que para Anne-Marie, esa muchacha de todos mis despertares; sólo tenía oídos para su voz turbada por la servidumbre; me gustaban sus frases inconclusas, sus palabras siempre retrasadas, su brusca seguridad, rápidamente desecha y que se volvía derrotada para desaparecer con unas hilachas melodiosas y recomponerse después de un silencio. Además de todo eso estaba la historia: era el lazo de sus soliloquios. Mientras ella hablaba, estábamos solos y clandestinamente, lejos de los hombres, de los dioses y de los sacerdotes, como dos corzas en el bosque, con las otras corzas, las Hadas; yo no podía creer que se hubiera compuesto todo un libro para que en él apareciese ese episodio de nuestra vida profana, que olía a jabón y a agua de Colonia.

"Anne-Marie me hizo sentarme frente a ella, en mi sillita; se inclinó, bajó los párpados, se durmió. De esa cara de estatua salió una voz de yeso. Yo perdí la cabeza: ¿quién contaba, qué y a quién? Mi madre se había ausentado; ni una sonrisa, ni un signo de connivencia, yo estaba exiliado. Y además, no reconocía su lenguaje. ¿De dónde sacaba ella esa seguridad? Al cabo de un instante lo comprendí: el que hablaba era el libro. Salían de él unas frases que me asustaban; eran verdaderos ciempiés, hormigueaban de sílabas y de letras, estiraban sus diptongos, hacían vibrar a las consonantes dobles; cantarinas, nasales, cortadas por pausas y por suspiros, ricas de palabras desconocidas, se encantaban consigo mismas y con sus meandros sin preocuparse por mí. A veces desaparecían antes de que hubiera podido comprenderlas, otras había comprendido por adelantado, y seguían rodando noblemente hacia su terminación sin perdonarme ni una coma. Seguramente ese discurso no me estaba destinado. En cuanto a la historia, se había endomingado: el leñador, su mujer y sus hijas, el hada, toda la gentecilla, nuestros semejantes, habían adquirido majestad; se hablaba de sus harapos con magnificencia, las palabras se desteñían sobre las cosas, transformando las acciones en ritos y los acontecimientos en ceremonias. Alguien se puso a hacer preguntas: el editor de mi abuelo, especializado en la publicación de obras escolares, no perdía la ocasión de ejercitar la joven inteligencia de sus lectores. Me parecía que se interrogaba a un niño: ¿qué habría hecho en lugar del leñador? ¿Cuál de las dos hermanas prefería? ¿Por qué? ¿Aprobaba el castigo de Babette? Pero ese niño no era yo del todo y me daba miedo contestar. Sin embargo respondí, mi débil voz se perdió y sentí que me convertía en otro. También Anne-Marie era otra, con su aire de ciega extralúcida; me parecía que yo era el hijo de todas las madres y que ella era la madre de todos los hijos. Cuando acabó de leer, le quité rápidamente los libros y me los llevé debajo del brazo sin darle las gracias.

"A la larga acabó por gustarme ese momento que me arrancaba de mí mismo: Maurice Bouchor se inclinaba sobre la infancia con la solicitud universal que tienen los jefes de sección con los clientes de los grandes almacenes; eso me halagaba. Acabé por preferir los relatos prefabricados a los improvisados; me volví sensible a la sucesión rigurosa de las palabras; volvían en todas las lecturas, siempre las mismas y con el mismo orden; yo las esperaba. En los cuentos de Anne-Marie, los personajes vivían a la buena de Dios, como ella misma; ahora, adquirieron destinos. Yo estaba en misa: yo asistía al eterno retorno de los nombres y de los acontecimientos.

"Entonces tuve celos de mi madre y resolví quitarle su papel. Me apoderé de una obra titulada Tribulaciones de un chino en China y me la llevé a la habitación de los trastos; allí, encaramado en una cama plegable, hice como que leía: seguía con los ojos las líneas negras sin saltar una sola y me contaba una historia en voz alta, teniendo el cuidado de pronunciar todas las sílabas. Me sorprendieron —o hice que me sorprendieran—, lanzaron exclamaciones y decidieron que ya era hora dé enseñarme el alfabeto. Mostré tanto celo como un catecúmeno; llegué hasta a darme clase particulares; me encaramaba en lo alto de mi cama plegable con Sin familia, de Héctor Malot, que me sabía de memoria y, medio recitando, medio descifrando, recorrí una tras otra todas las páginas; cuando volví la última, ya sabía leer.
Estaba loco de alegría. ¡Eran mías esas voces secadas en sus pequeños herbarios, esas voces que reanimaba mi abuelo con su mirada, que él entendía, que yo no entendía! Yo las escucharía, me llenaría de discursos ceremoniosos, sabría todo. Me dejaron vagabundear por la biblioteca y me lancé al asalto de la sabiduría humana. Es lo que me ha hecho. Más tarde, he oído cien veces a los antisemitas reprochar a los judíos que ignoran las lecciones y los silencios de la naturaleza; yo contestaba: «En tal caso, yo soy más judío que ellos.» En vano buscaría en mí la dulce sinrazón y los frondosos recuerdos de las infancias campesinas. Nunca he arañado la tierra ni buscado nidos, no he herborizado ni tirado piedras a los pájaros. Pero los libros fueron mis pájaros y mis nidos, mis animales domésticos, mi establo y mi campo; la biblioteca era el mundo preso en un espejo; tenía su espesor infinito, su variedad, su imprevisibilidad. Yo me lancé a unas aventuras increíbles; tenía que trepar por las sillas y las mesas a riesgo de provocar unos aludes que me habrían sepultado. Durante mucho tiempo las obras del estante superior permanecieron fuera de mi alcance; otras me las quitaron de las manos cuando apenas si las había descubierto; y otras se escondían: yo las había cogido, había empezado a leerlas, creía haberlas dejado en su sitio y después necesitaba una semana para volver a encontrarlas. Tuve encuentros horribles: abría un álbum y caía sobre una lámina en colores donde unos insectos asquerosos bullían ante mí. Tumbado en la alfombra, emprendí áridos viajes a través de Fontenelle, Aristófanes, Rabelais; las frases se me resistían como cosas; había que observarlas, contornearlas, fingir que me alejaba y volver a ellas bruscamente para sorprenderlas descuidadas: la mayor parte de las veces guardaban su secreto. Yo era La Perouse, Magallanes, Vasco de Gama; descubrí indígenas extraños: «Heautontimorumenos» en una traducción de Terencio en alejandrinos, «idiosincrasia» en una obra de literatura comparada. Apócope, Quiasma, Parangón, otros cien cafres impenetrables y distantes surgían al volver una página y su sola aparición dislocaba todo el párrafo. El sentido de esas palabras duras y ngras sólo lo conocí diez o quince años después y aún hoy guardan su opacidad: es el humus de mi memoria.
La biblioteca no comprendía apenas más que los grandes clásicos de Francia y de Alemania. También había gramáticas, algunas novelas célebres, los Cuentos escogidos, de Maupassant, unos libros de arte —un Rubens, un Van Dyck, un Durero, un Rembrandt— que le habían regalado a mi abuelo los alumnos en algún Año Nuevo. Magro universo. Pero para mí la Enciclopedia Larousse lo era todo. Cogía un tomo al azar, detrás de la mesa, en el penúltimo estante, A-Bello, Belloc-Ch o Ci-D, Mele-Po o Pr-Z (estas asociaciones de sílabas se habían vuelto nombres propios que designaban a los sectores del saber universal: estaba la región Ci-D, la región Pr-Z, con su fauna y su flora, sus ciudades, sus grandes hombres y sus batallas); yo lo ponía con mucho esfuerzo sobre la carpeta de mi abuelo, lo abría, descubría a los verdaderos pájaros, cazaba verdaderas mariposas posadas en flores verdaderas. Estaban allí, personalmente, hombres y animales: los grabados eran sus cuerpos, el texto era su alma, su esencia singular; en el exterior se encontraban vagos esbozos que se acercaban más o menos a los arquetipos sin alcanzar su perfección; en el Jardín de Aclimatación, los monos eran menos monos; en el Jardín del Luxemburgo, los hombres eran menos hombres. Platónico por estado, yo iba del saber a su objeto; encontraba más realidad en la idea que en la cosa, porque se daba a mí antes y porque se daba como una cosa. Encontré el universo en los libros: asimilado, clasificado, etiquetado, pensado, aún temible; y confundí el desorden de mis experiencias librescas con el azaroso curso de los acontecimientos reales. De ahí proviene ese idealismo del que me costó treinta años deshacerme."

Tomado de: The Words (1964), Fawcett Premier Book, EUA 

15/7/11

De Juan Gelman: poema 'Claridades'

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¿quién ha visto a la paloma casándose con el gavilán
al recelo con el cariño al explotado con el explotador? falsas
son estas bodas incontables
desastres nacen de esas bodas desavenencias tristezas

¿durará mucho la casa de tales casamientos? ¿no habrá de
      molerla o destruirla el más
leve ciercillo corriendo por ahí? ¿acabará en ruina apretada
     por el cielo? ¡oh país!
¡oh mi país! ¡furioso! ¡triste! ¡fusilado! ¡bello!
¡manchado de sangre revolucionaria!

andan los papagayos color mitre
de cacareo en casi todo árbol
y de cortejo en casi toda rama
¿más solos? ¿menos solos? ¿solos? porque

¿quién ha visto al carnicero casándose
con la ternera a la ternura con el capitalismo? falsas
son esas bodas incontables
desastres nacen de esas bodas desavenencias tristezas
     claridades como

el día que gira en su cúpula de fierro
sobre estos versos


De: Relaciones (1971-73), La Rosa Blindada, Buenos Aires; recopilado en Interrupciones 1 (1997), Seix Barral, Buenos Aires
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8/7/11

Adolfo Sánchez Vázquez: te recordamos. ¿Y ahora qué?

Noticia matutina: la muerte del marxista ASV.

Ahora en México nos preguntamos: ¿y ahora quién tomará su lugar? ¿Los intelectuales revolucionarios mexicanos tienen las herramientas para reproducir la teoría crítica marxista?

29/6/11

Elecciones Argentina 2011 - Frente de Izquierda

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La izquierda revolucionaria argentina convocó para las elecciones de 2011 a a un Frente que reúne al PTS, PO e Izquierda Socialista que propone a obreros clasistas para diputados, así como a militantes revolucionarios para la Ciudad, la provincia de Córdoba y la Presidencial.

Es un hecho histórico la reunión de los partidos troskistas argentinos que desde 2001 han abierto la lucha frontal en las fábricas junto al debate teórico revolucionario clasista; es consecuente con el momento del siglo xxi en América Latina. Si querés leer la declaración programática del Frente: http://www.pts.org.ar/spip.php?article17851


Para ver el debate: da click aquí.


Imágenes: http://www.pts.org.ar/
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11/6/11

La mujer en la revolución. Hipólita y el Astrólogo en Los Lanzallamas de Arlt.

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Al inicio de Los Lanzallamas, Hipólita y el Astrólogo conversan. El diálogo esclarece la dialéctica de Arlt al enfocar el proceso revolucionario en la mujer a través de la materialidad que "el cuerpo" significa. Ante el idealismo predominante en la intelectualidad (dominada por lo masculino), Arlt subraya la capacidad revolucionaria de la mujer al, históricamente, vivir vinculada con la materia: la realidad, dar a luz, su cuerpo, producir y reproducir al ser humano. 

Aquí recordamos aquel cuento boliviano que no hace mucho en este blog discutimos: el rechazo a la idealización de la princesa como objeto esteril en la realidad pero fecundo en la imaginación de la ficción. No obstante, en Arlt, al ponerlo en boca del Astrólogo, la mujer ocupa la posición de vanguardia para la transformación de la sociedad.

Hipólita pregunta:

"...
    -¿Y usted?
    -Yo creo en un único deber. Luchar para destruir esta sociedad implacable. El régimen capitalista en complicidad con los ateos han convertido al hombre en un mostruo escéptico, verdugo de sus semejantes, por el placer de un cigarro de una comida o de un vaso de vino. Cobarde, astuto, mezquino, lascivo, escéptico, avaro y glotón, del hombre actual, debemos esperar nada. Hay que dirigirse a las mujeres, crear células de mujeres con espíritu revolucionario, introducirse en los hogares, en los normales, en los liceos, en las oficinas; en las academias y los talleres. Sólo las mujeres pueden impulsarlos a estos cobardes a rebelarse.
    -¿Y usted cree en la mujer?
    -Creo.
    -¿Firmemente?
    -Creo.
    -¿Y por qué?
    -Porque ella es principio y fin de la verdad. Los intelectuales la desprecian, porque no se interesa por las divagaciones que ellos construyen para esquivar la Verdad... y es lógico... la verdad es el Cuerpo, y lo que ellos tratan no tiene nada que ver con el cuerpo que su vientre fabrica.
    -Sí, pero hasta ahora no han hecho nada más que tener hijos.
   -¿Y le parece poco? Mañana harán la revolución. Deje que empiecen a despertar. A ser individualidades.
..."
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18/5/11

La antropología indigenista de Darcy Ribeiro

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Una visión descolonizadora de la historia mundial es la que el antropólogo brasileiro Darcy Ribeiro legó a los pueblos. El indigenismo como suplantación de la visión eurocéntrica occidentalizada del devenir histórico, que tuvo como única alternativa epistémica al modo de producción asiático (desarrollo teórico del siglo xix que preveía relaciones de producción distintas al capitalismo) desarrollado por Marx. De esta manera, Ribeiro reconstruye la historia de la humanidad al proponer categorías antropológicas disímiles a estas dos concepciones. 

En Ribeiro la antropología no se restringue al estudio del desarrollo de la humanidad física en este planeta. Abarca, con herramientas de la sociología, de la filosofía y de la teoría marxista, la comprensión dialéctica de la historia desde una posición externa a occidente. Desde sus primeros estudios discutió con Morgan y Engels acerca del desarrollo civilizatorio, para finalizar, años después, con la monumental obra "Las Américas y la civilización", cuyo fragmento a continuación se extrae. 

También incursionó en la literatura, dejándonos un excepcional libro de nombre "Utopía Salvaje", que narra la historia de un esclavo negro brasileiro, obligado a combatir durante la Guerra del Paraguay, que se pierde en la selva amazónica para comenzar el viaje hacia la 'utopía salvaje'. Una versión antropofágica y descolonizadora de la utilización que al concepto de utopía occidente le ha dado.


Ribeiro, civilización emergente
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17/5/11

El Otro Bicentenario, el Bicentenario de los Pueblos


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El atardecer de Buenos Aires nos vio al dejar atrás Villa Luro. Tomas el tren hasta Once, el subte hizo el resto del trabajo. La Plaza del Congreso se abrió con el cielo tiñado de marino, como quien sabe que la noche será de fiesta, de la fiesta de la tierra, la celebración de los pueblos originarios. Ibamos educando, transmitiendo el otro mundo posible que su mirada sorprendida iba a descubrir.

La convocatoria (video 1) fue para esbozar una patria de otra índole, latinoamericanizada, descolonizada. Las élites argentinas celebraron ese 25 de mayo del bicentenario republicano en la 9 de julio. Mientras nosotros, creadores de tierras y poemas, nos fuimos al Congreso a narrar la otra historia de clío, la contrahistoria (video 2). A recordar y mantener la lucha de hace 500 años, porque los pueblos de todo nuestro continente se refuezan con el olor a copal y el sonido de los sicus. Ante el discurso único de occidente, ante la masacre de las conquistas bélicas y culturales. Nosotros nos alimentamos de ellos, canibalizamos sus posturas y nos abanderamos en la lucha.

Fotografías con legendarios líderes anticoloniales: Colo Colo y Caupoulican estaban ahí. Lautaro y Arbolito esgrimían sus ágiles cuerpos para degollar a los conquistadores soberbios y hojalateados, ensardinados a imagen y semejanza de la esteril cultura europea de la lata de Campbells. Tampoco faltaron las liderezas, que hombro a hombro han sangrado durante siglos a través de sus ojos y miembros, la Comandanta Ramona entre ellas.

Noche de baile y congregación. Mayo 2010.
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8/5/11

El patrón colonial de poder

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(Fragmento de ponencia acerca de la colonialidad)

El concepto colonialismo se utiliza para definir un periodo histórico que transcurre entre los siglos xvi-xix y que se le vincula explícitamente con un modo de producción pre-capitalista o mercantilista, paso previo a los procesos de acumulación propiamente capitalistas que dan comienzo a la época ‘moderna’ que llevará al actual capitalismo mundial o globalizado. Esto es cierto pero incompleto ya que es visto desde una perspectiva eurocéntrica; incompleto debido a que presupone al colonialismo como etapa anterior al capitalismo; el cual, como etapa superior de desarrollo, aparentemente de forma natural elimina las relaciones coloniales debido al libre mercado y los Estados democrático-liberales. Esta visión lineal de la historia de la modernidad plenamente eurocéntrica oculta lo que Aníbal Quijano denomina como ‘el proceso de desarrollo desigual y combinado’, que implica que para que los países colonizadores alcanzaran los grados de desarrollo necesarios para llevar a cabo sus revoluciones industriales y burguesas fue precisa la explotación de las colonias americanas en primer grado, así como las africanas y asiáticas posteriormente; es decir, que si en Europa las relaciones de producción llegaron a ser capitalistas se debió a la condición de que en el resto del mundo no lo eran. Desde esta perspectiva, Quijano profundiza el significado de la modernidad al proponer la categoría de colonialidad, la cual no es solamente una colonización sobre los territorios, recursos naturales o población sino más bien una relación basada en el poder, es decir, un patrón de poder que da comienzo al sistema mundo moderno/colonial;[1] patrón que inicia en 1492 con lo que Edmundo O´Gorman denominó la invención de América, que posteriormente llevaría a la constitución de la propia Europa como identidad y hasta el actual capitalismo moderno/colonial. 

La colonialidad es la faz oculta de la modernidad, oculta debido al patrón de poder denominado por Quijano como la colonialidad del poder, mismo que se basa en dos ejes: primero, la clasificación social a partir del concepto de ‘raza’; y segundo, la dominación económica a partir de la relación capital-salario en un mercado mundial. En el caso primero, el eje de la clasificación social a partir de la raza, se origina en los sistemas coloniales de dominación en América pero perdura al colonialismo para establecerse mundialmente al naturalizar las relaciones coloniales de dominación en la identidad dominante a partir de la dicotomía superior/inferior, primero a través de las clasificaciones fenotípicas (la piel, la raza) que generó identidades sociales históricamente nuevas: los indios, los negros, los blancos, los mestizos, etc.; luego a través de las jerarquías sociales (clases), identificando a cada raza con su rol social a través del patrón eurocéntrico de dominación, para, finalmente, sustentarse en las científicas (evolucionismo, positivismo, posmodernismo, etc.), identificando a los dominantes de acuerdo a sus aptitudes intelectuales-mercantiles o desarrollo tecnológico. De esta manera, la dicotomía eurocéntrica superior/inferior, que es propia de la etapa colonial al ser igualada al colonizador/colonizado, se convierte en un patrón de poder extensivo al capitalismo al generar antinomias burguesas (como las denominaría Lukács), como lo son: universal/particular, lo uno/lo otro y, posteriormente, desarrollado/subdesarrollado o primer mundo/tercer mundo; logrando, con esto, homogeneizar cualquier diferencia identitaria bajo el imaginario del otro, del no occidental, despojándolos de cultura e historia subjetivas para reducirlos bajo la dominación objetiva del progreso eurocéntrico.

El segundo eje, la dominación económica a partir de la relación capital-salario en el mercado mundial, es lo que Marx llamaría las relaciones de producción plenas de un sistema capitalista; es decir, el control y explotación del trabajo así como el control y explotación de la producción y distribución de las mercancías, mismo que ha sido discutido ampliamente por la teoría crítica marxista. Significa, de acuerdo con Quijano, la articulación en torno a la relación capital-trabajo asalariado del resto de formas históricas de control de trabajo, sin embargo, como se dijo anteriormente, esta relación es colonial al basarse en una diferenciación racista, la que termina por definir las relaciones de trabajo características del sistema mundo moderno/colonial.

La colonialidad del poder permite identificar, en un entramado paralelo, la construcción hegemónica de las formas de producción de conocimiento que se articularán alrededor de la intersubjetividad del capitalismo mundial. Este entramado es el eurocentrismo. 
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[1] mismas que, entendidas a la par de Wallerstein formarán al sistema mundo moderno; primer sistema mundial que relaciona a las economías mundo previamente existentes a través de una racionalidad específica (eurocéntrica) de dominación y de un sistema de acumulación del capital,
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Cuento: Dormir en tierra de José Revueltas

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https://es.scribd.com/doc/284686934/JoseRevueltas-pdf

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José Revueltas habla del Che Guevara

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Vamos al año 1961, José Revueltas se encuentra en Cuba como parte de la milicia revolucionaria. Ahí encontró a la revolución en movimiento, desarrollándose como la transformación histórica que modificó a la humanidad en el siglo xx, con sus avances y contradicciones.

Revueltas nos legó un diario de dicha experiencia, que fue publicado como folleto por la Universidad Autónoma de Puebla en 1976 y como fragmentos en diversas revistas mexicanas. La versión final la publicó Andrea Revueltas como parte del tomo II de "Las evocaciones requeridas" en la Obra Completa de Era.

Aquí presentamos un fragmento referente al Che Guevara:

"Asisto a la inauguración de las conferencias de planificación (23 de junio) que corresponde abrir al Che Guevara. Le profeso una admiración y un cariño extraordinarios. No hay ninguna fingida modestia en su forma de comparecer ante la masa que lo aplaude casi con delirio. Se diría que quiere sustraerse, que le angustia ser objeto de tal admiración. Tiene un fuego por dentro, un fuego constante y vivo, que brota a lo cálido de sus ojos, llenos de humanidad, de pasión, de una voluntad ya desde mucho tiempo atrás decidida y que no será capaz de doblegarse, firme, pertinaz, devota. Huye de las frases, de los efectos oratorios, como si tratara e abrirse paso en los cerebros con la sola herramienta de lo racional, de lo discursivo, de lo irrebatible desde el punto de vista lógico. Y, así, extrañamente, sus palabras tienen un calor inesperado, una vivacidad palpitante y comunicativa, que se adueñan del auditorio -no por simple entusiasmo, sino por ese efecto sedutor que sobre el espíritu ejercen las cosas precisas."

Debido a las notas dejadas por Revueltas en su primera experiencia en la Cuba revolucionaria (regresaría en 1968 como jurado de Casa de las Américas), notamos elementos narrativos que se distinguen por la nula "fingida modestia" de la que habla de Guevara. Revueltas nunca establece que la transición al socialismo que Cuba vive es la panacea mundial, al contrario, se adentra (con un tinte hegeliano) en el trabajo revolucionario del día a día, ese:

"Así se presentan los procesos, en la vida real y práctica, por más grandes que sean, pero son la historia, el devenir que nos trae de un lado para otro, como al azar, gratuita y tontamente, porque todos somos multitud, masa, fuerza histórica, al margen de la importancia del papel personal que desempeñemos en el proceso, grande o pequeño y también sin darnos cuenta. (Por supuesto no me refiero a la conciencia histórica y política de los hechos, sino a la fatigosamente antiheroica y minúscula vida diaria.) ¿Por qué estamos todos trabajando como locos y en muchos casos sin necesidad o con un gasto inútil de energía? Porque la historia está obrando sobre todos nosotros y el proceso no sabe discriminar lo congruente, lo racional, lo sistemático y útil, de lo incongruente, de lo ineficaz, de lo absurdo, en los casos individuales que participan dentro del impulso."

La riqueza de sus notas es contrastante con los tantos escritores y pseudo revolucionarios que visitaron Cuba en las décadas del 60 y 70; quienes, con intenciones adulatorias, negaban cualquier crítica al proceso revolucionario.

José María Arguedas, Edmundo Desnoes, Carlos Heitor Cony, Jorge Semprún y José Revueltas en Cuba (1968).

Al igual que Silvestre Revueltas se sumergió en la España republicana durante la Guerra Civil, su hermano menor dejó enseñanzas vivas de dialéctica marxista para la experiencia revolucionaria lationamericana.
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