17/12/15

El nudo Erdosain




La categoría del personaje es una de las más complejas de la literatura. Por un lado, las identidades nacionales históricamente han llevado a que se lea al personaje literario bajo el imaginario regional político (acarreando con él a los críticos literarios, mismos que se alinean a la hegemonía identitaria): será Raskolnikof para los rusos, Hamlet para los ingleses, Vanjean para los franceses, Páramo para los mexicanos o los Buendía para los colombianos. Sin embargo, el análisis hermenéutico reinterpreta al personaje en su forma y sustancia: el personaje será personaje en cualquier literatura, y sus niveles de lectura según Todorov (1984: 259-261), son: personaje y persona; personaje y visión; personaje y atributos; personaje y psicología.
Así, el conflicto es la visión del personaje, bajo el cual se intenta globalizar la acción del mismo; es el punto de vista con que se inserta en una realidad ficcional, sin embargo, no se debe disminuir la visión del personaje a esa proyección interior, sino que el lector debe tomarse en cuenta para la interpretación del espacio-tiempo de la narración. Un segundo trance son los atributos del personaje, pueden ser las características físicas o las situaciones en que se ve inscrito dentro de la narración, Todorov lo contrapone con el argumento de que no pueden ser simplificados los personajes a tales atributos, sino que la descripción de la historia total los lleva, en ocasiones, a modificar ciertas características preestablecidas. El último conflicto es el de la psicología del personaje, el cual existe debido a que las proposiciones de la misma narración llevan a conclusiones externas derivadas de dicha ciencia social. El lector será quien determine las direcciones psicológicas una vez leído el libro; debido a ello no existen presignificaciones de dicha índole más que en las corrientes identificadas como tales. Las caracterizaciones del personaje se deben muchas veces a términos estructurales y descriptivos sin ser intrínsecamente tomados como de naturaleza psicológica, por lo que la ‘proposición narrativa’ se debe a la sintaxis de la obra y no a la semántica; sin embargo, como el mismo Todorov acota: “algunos teóricos del relato ven más de una función sintáctica en la proposición narrativa; en ese caso, se tendrían junto al sujeto funciones tales como ‘objeto´, ‘beneficiario’, etc” (1984: 260).
El ejemplo es Erdosain, personaje de Roberto Arlt. En Los siete locos de 1929, lo abstracto es radical al vislumbrarse como literatura de contradicción en la Argentina del 30 y como crítica a las viejas formas narrativas. Es una novela con tintes estructurales del realismo pero sin suscribirse a tal, así como tampoco se le identificará como una novela del boom, ya que los precede.
La singularidad de la misma abre brechas, como la crítica argentina de la época la calificó: “La novela de Arlt no es argentina, tampoco es universal. Acaso no sea ni una novela. ¿Pero su acción es humana?… Arlt no ha necesitado más tiempo, ni mucho paisaje. Le ha bastado con describir estados de conciencia –o de subconciencia…” (Barbieri, 1929: 728).
Uno de los elementos más desacreditados en su época fue la mala ortografía en la escritura de Arlt, sin embargo, más que desvirtuar al texto, enriquece su literatura al generar un campo para la clase oprimida por la expansión de las urbes. Las erratas de Arlt, más que ser errores que desvirtúan al texto, dan una caracterización cuasiperfecta del personaje, Erdosain. Tal vez Todorov en su estructuración ha olvidado la errata como significante del texto: considerar el error como esa nueva capacidad narrativa de la literatura latinoamericana (como la hay en un más tardío García Márquez). En sí, Erdosain es el reflejo de representar a la literatura latinoamericana bajo la masificación de la locura.

El nudo Erdosain
Remo Erdosain es un hombre de alrededor de 40 años, inventor por convicción al cual su esposa abandona y quien está sumergido en sí mismo por su personalidad introvertida. En sí, la narración es un compendio de tres días en los cuales una serie de personajes desvariados se compaginan para lograr una revolución ideológica y política por la transformación anárquica mundial; el asesinato y la bajeza del individuo son los puntos de entrada de sus planificaciones.
                El conflicto lo llevará a resoluciones claras para él pero nebulosas para el lector; a veces maquilladas por el Astrónomo, llevando a cabo un interesante juego de multiplicidades argumentativas que no terminan de guiarse por una línea sino que recorren las posibilidades de la mente de un hombre trastornado. Así, se verán comparadas con ideas preconcebidas por su mente paranoica, las cuales en algunas ocasiones lo llevan a tomar otro tipo de decisiones que no son las que se considerarían ‘normales’.
El asesinato propuesto y planeado por él terminará siendo el elemento menos significativo, al desvariar sobre otras tan insignificantes como el deseo o la muerte propia. El diálogo interno de Erdosain llega a transfigurar el discurso de la obra ya que las posibilidades de decisiones se verán permeadas por la locura misma, la cual crea una dialéctica negativa en un hombre inserto en la sociedad modificada por la afluencia en la urbe y la contradicción cultural.
Así se comienza a configurar como miembro selecto de personajes ficcionales dentro de una literatura lista para consagrarse. La literatura latinoamericana, antes y posterior a él, toma su lugar dentro de la cultura mundial como corriente singular; como lo dice Campra en relación de que después de la primera mitad del siglo XIX: “Mucho tiempo deberá transcurrir para que se acepte la modalidad lingüística latinoamericana en el registro literario elevado. Sólo a mediados del siglo XX se afirman códigos nuevos de expresión” (Campra, 1998: 21). Y es en ese momento, en las décadas de Arlt en que la línea de niñez y adolescencia de la literatura latinoamericana permeada por lo rural tuvo su fin. Madurez precoz anti canónica.
No fue gratuito, hubo malentendidos acerca de esta nueva literatura ante el conservadurismo. Literaturas alternas a la urbe como la Borges y Quiroga, que se discutían entre modernizarse o no, fueron descubriendo ese nuevo mundo que se conformaba en algo cosmopolita para darle nombre; nombre que terminó siendo desvalido y abstracto: “La ciudad es despiadada y corrompida, y la única manera de sobrevivir en sus meandros es reaccionando a los estímulos de modo imprevisible, irracional” (Campra: 1998: 55).
Erdosain es el personaje que se presenta por fuera de ese falso debate de la modernidad. A la ficción de un mundo que se debatía entre la comparación con otras urbes desarrolladas y su miseria. La locura no era estatus social. Erdosain es la mezcolanza abstracta de la realidad centralizada en unidades delimitadas que la industrialización requiere, en sí, es “la violencia que se convierte en una nueva categoría crítica” (Campra, 1998: 82), es la adhesión de la violencia psicológica a la sociedad latinoamericana; la locura de la revolución tiene su evolución. Sin embargo, es la mezcla de personalidades es la renovación de la humanidad en un espacio relativamente preservado para que se termine expresando la misma miseria y su explotación; la negación de esa explotación tendrá sus caminos, uno de ellos será la locura misma.
                Entonces, ¿por qué Erdosain no es? Dentro de la narración representa otras realidades imaginarias que él mismo se crea. Se lee a sí mismo, se interpreta y termina actuando sobre su realidad, determinándola a partir de una decisión inconsciente. Es, sí, un mundo en lucha, pero un mundo interno; no es ya, bajo esta lectura, el “espacio real y metafórico de América Latina [que] se ve siempre como expropiable […] representando un mundo en lucha, y a menudo aplastado por las fuerzas reaccionarias” (Campra: 1998: 119), sino que es la mente de ese mundo, la razón que llega a sus límites reales (del suicidio en el Lanzallamas) que se ven, no expropiados, pero sí explotados ante la universalidad. De ahí deriva la imaginación, la capacidad creativa del loco Erdosain ante sus similares, tanto más allá como para imaginar situaciones que no suceden:
Crea ficciones dentro de su (y nuestra) ficción, representativas de la contradicción y profundidad del latinoamericano, pero que configuran entrañablemente a cualquier personaje de la literatura psicológica del siglo XX; son remembranzas que se encajan en la literatura posterior para alimentar ese acallado talento literario.
                Erdosain se ve constantemente tentado a tomar decisiones que en una sociedad moderna pueden representar el “bien”, pero no lo hace ya que sus preposiciones son restringidas a un estado psíquico que lo confronta como protagonista y antagonista; él se conforma en su doble, en su vivir y morir:
¿Erdosain es él o somos nosotros? Tal vez somos todos con la identidad por delante, siempre brumosa pero sin desvanecer. Ligados a una manera de ver la realidad que se complementa con los siete locos falaces del apocalipsis arlteano.

Para quienes toman el boom como el momento representativo de la literatura latinoamericana, deben, en todo momento, regresar y leer a los otros. La configuración de un ser latinoamericano que en palabras de Rosalba Campra se pregunta: “Frente a una subalternidad de siglos, hoy América Latina tiende a afirmarse con el ímpetu del postergado que por fin reclama el derecho de decir ‘yo’. Pero ¿cuál es el contenido de ese ‘yo’? El problema de una definición del ‘ser nacional’ y del ‘ser latinoamericano’ subyace a toda expresión literaria y crítica” (Campra, 1998: 19).
El falso debate de la universalidad del boom tiene su contraparte en literatos más revolucionarios (en términos de literatura: experimentales; y también en términos de posición ideológica) que mantuvieron su producción literaria en las décadas de 1920 y 1930. El rechazo a la prefiguración del criollismo, a la inevitable resonancia en la tierra y el campo. Ese falso debate se resuelve en la rentabilidad de la literatura latinoamericana posterior. Si Borges o Paz tuvieron tal repercusión es porque la literatura y la lírica fantástica a partir de la década de 1940 cooptaron los mercados del libro (particularmente las inversiones de la península ibérica). Pero fue a partir de escritores como Arlt, González Tuñon, Jaime Sáenz, Macedonio Fernández o Vicente Huidobro que la literatura latinoamericana tuvo la resignificación psicológica anti modernidad. La manera de actuar que es transfigurada por los embrollos metatextuales. Elementos que darán luz a las narrativas en el que el lector adquiere nuevas maneras de interpretarse y actuar; sin embargo, sin la inclinación paradójica de personajes al estilo Erdosain, ese paso habría sido impensable.

Bibliografía
Arlt, Roberto (2000), Los siete locos – Los lanzallamas: Colección Archivos No. 44, Ediciones UNESCO, 1° edición, Barcelona, París, México, Sao Paolo, Lima, San José, 873p. (1era edición en español de las obras, respectivamente: 1929 y 1931)
Barbieri, Honorio (1929), “Reseña de Los siete locos en La Literatura Argentina, noviembre de 1929”, en Arlt, Roberto (2000), Los siete locos - Los lanzallamas: Colección Archivos No. 44, Ediciones UNESCO, 1° edición, Barcelona, París, México, Sao Paolo, Lima, San José, pp. 728-729
Campra, Rosalba (1998), América Latina: la identidad y la máscara: Siglo XXI, 2° edición, México, 232p. (1era edición en italiano: 1982; trad. del original: Rosalba Campra)
Krysinski, Wladimir (2002), “’Subjectum comparationis’: Las incidencias del sujeto en el discurso”, en Angenot, Marc, et. al., Teoría Literaria: Siglo XXI, 2° edición, México, pp. 270-286 (1era edición en francés: 1989; trad. Isabel Vericat Nuñez)
Todorov, Tzvetan y Ducrot, Oswald (1984), Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje: Siglo XXI, 10° edición, México, 421p. (1era edición en francés: 1972; trad. Enrique Pezzoni)

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