25/2/09

La Raulito al caminar

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En Buenos Aires, tan sólo a unos tres barrios al norte de Monserrat existe una cuadra muy famosa: Palermo viejo. Para llegar se atraviesan unas cuantas estaciones de subte, la calle Jorge Luis Borges y la avenida Callao. Una vez que el colectivo te baja en la esquina, se percibe la cantidad de turistas que recorren esas esquinas. Ellos quedan ahí.

Se pasan las tiendas de venta de parnafernalia, las de forras e instrumentos estéticos inútiles: las bufandas, zapatos, polleras y camisetas, que no tienen sentido ni con la moda del momento ni con el vestir del otoño. Pasan, las caminamos a todas ellas. Seguimos derecho, los atravesamos.

Se caminan siete cuadras hacia el barrio de la Chacarita y nos encontramos con un lugar absolutamente porteño: es la pizzería 'el angelín', de gran similitud con San Telmo: las porciones de pizza se sirven a pocos pesos, sean de muzzarella, anchoas, napolitanas o fugazzetas. La elaboración de la pizza se lleva desde 1938 en este lugar; la misma porción que ahora yo como es la que los migrantes de principio de siglo se llevaron a la boca antes de ir a trabajar.

Pizzeria 'el angelin', espacio magnífico que no olvidaré ya que vi tu rostro reflejado en el espejo, acompañante y faltante; tu voz me repitió en este lugar; tu mirada fuimos, versados por las calles de la ciudad bonaerense.

Pizzeria de mitos y sorpresas: mitos nuestros, ajenos, sobrepoblados. La cocina somos todos. Es el espejo en la pared, el moscato, vino generoso que nos embebe durante la noche. Tranquilamente volteemos a ver el menú en la pared: pizzas por porción, cinco pesos.

Pizza 'la Raulito', ¿qué? sí, pizza 'la Raulito'.


-Pide una porción de 'la Raulito’-. Me dice ella, con un vaso de moscato en su mano izquierda al tiempo que con la derecha me toma el brazo, atrayéndome.

-¿De la Raulito?-. Le respondo idiotizado. Al parecer soy incapaz de beber un vino que tiene el nombre femenino del Raulito.

-No importa, te quiero ver-. Me responde, relamiendo el resto de vino moscato entre sus labios rosados por la cerveza tomada horas antes; y termina su frase: -yo te reto a que la comas-.

Sin pensarlo pido mi porción de pizza 'la Rauilito'. Una vez que me sirvo con ella me doy cuenta que tiene una leyenda por detrás; todos me miran, los argentinos de la barra me observan.

Ha dejado de ser la simple pizzería 'el angelín'. Estamos ahora en otro tiempo.

Me cuentan, me platican entre oídos la historia de 'la Raulito', misma que ahora yo robo de mi memoria y se la comparto a ustedes:

La mitología de la ciudad de Buenos Aires es amplia. Los dos más grandes ídolos son Maradona y Perón. Fuera de ellos, es difícil alcanzar algún grado de recuerdo, de memoria (fuera de los muertos en la dictadura). En esta imponente fortaleza de la reminiscencia; en esta sociedad que genera recuerdo por doquier es donde 'la Raulito' se formuló; y a partir del cual una pizza lleva su nombre.



No es una historia muy complicada, ni siquiera intrincada; lo único que sé es que a Johnny le fascinará.

En la década del 60 el peronismo se encontraba tan arraigado que el populismo comenzó a renacer. En este ámbito surgió un futbolista que acometía los goles como si fueran levantamientos de cuerpos en gimnasia. Fue él, fue ella, tal vez ambos al mismo tiempo: fue 'la Raulita'; fue aquella mujer que se rapaba la cabeza para parecer hombre y jugar al fútbol. Se peló durante su infancia hasta los 26 años para llegar a un lugar que a las mujeres les era (y les sigue siendo) prohibido jugar: la primera división.

Aquí en la Argentina existió en los 60 'la Raulito'; una mujer que llegó a jugar en primera división porque escondió sus atributos femeninos; porque no dejó que el discriminación la eliminara.

Todavía se puede pedir la porción de pizza a su nombre: es la que te da fortaleza antes de entrar a un partido de fútbol.







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octubre 2008 octubre 08

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Arte de Antonio Berni, pintor-muralista argentino

1 comentario:

  1. Pasadas las 6 am me enfilo diariamente por El Angelín. El 168 me hace recordar que La Raulito ha muerto recientemente. Los momentos anteriores al amanecer hacen de la cortina una obra de Berni.

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