25/2/09

El sol de medianoche

Fue aquella mañana. Una gallega hada, subrepticiamente, con letras de elegante tono, de ascendencia celta y personalidad viajera, me sopló:
...hace millones de años el sol y la luna locamente se enamoraron. La pureza de su sentir a todo el universo fluyó, pero destinados fueron a estar siempre separados. Él, llorando en la noche vivía, a veces, gotas con las nubes; y ella, haciendo lo mismo en el día, lloraba las nubes de su pena, haciéndolas desplazar inimaginables distancias.
Entonces los dioses, al ver su sufrimiento y agonía, les dieron a modo de consuelo un solo deseo y les dejaron estar a temporadas juntos. Por las tardes, cuando el atardecer se pinta rojo, se dice que es por el sol que amor llora, amor por la luna mostrando su ira; es tal su sufrimiento que en la tierra lo refleja. En cambio, la luna, guarda su luz por completo o se llena, siempre extrema; demostrando por igual su dolor, al no poder amar al sol en contacto con su calor.
Se dice también que, cuando el mar refleja a uno de los dos amantes, es porque están en lo más profundo de su agonía, y es cuando más se extrañan. Por eso, se ven como reflejo, para que donde sea que esté uno el otro pueda verle. En las puestas, los dos amantes pueden tristemente rozarse únicamente, pero no juntarse; para eso los dioses crearon los eclipses, para que el sol y la luna pudieran hacer el amor. Como éstos, existen amantes destinados a estar separados, pero siempre habrá un dios que les conceda a modo de deseo algún tipo de eclipse...



2003

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