17/2/09

Goya Ogarrio

Darío, desaparece, no te vayas. Te escucho. Ahora ya todos están aquí, te leen. Tengo miedo de perderme tu parpadeo.

Una noche eterna vallesana bajo la cual una sopa instantánea refleja la importancia y adolescencia del pensamiento. Te pido que no te vayas, ¡grítame! ¡grita mi nombre!

Sopas en el suelo, golpes del acrílico, desbordantes escaleras.

El juego de las cartas ya no es sólo eso, es un reto, ahora, de situaciones comunes y recíprocas; tú te impones, siempre lo has hecho. Tú eres nuestro acompañante, lo has sido durante años. Te hemos apropiado como amigo y guía: ¿por qué no se mueve?

Seremos nosotros los paralizados ante la respuesta de la verdadera realidad. Solos, amigos… inconscientes.

Darío… estás, me tocas, me soplas; la Abuela eres, nos alientas, empujas, promueves. Yo buscaría un lugar junto al tuyo. –“Diles que me lo guarden, aunque me espanten hoy y mañana”-.

Ojos hermosos, ojos profundo eres; nos vemos, ¿será un espejo?... te sujeto y me identifico no con la maniatada ley de derecho sino con la capacidad humana del desarrollo equilibrado.

Yo soy tu pluma, ¿armamentos? –“Si no existe enemigo más que el personal que cada uno de ustedes. Olviden la venganza y al capitalismo como arma y utilicen sus sentimientos como primordial mantenimiento”-.

-“Yo ya no soy. Es de ustedes el mundo chavos, recuérdenme y mejórenlo. Ni las palabras ni los conceptos nos definen, el amor lo hará”.

Diciembre 07

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