15/11/15

Sangre islámica derramada


Occidente ha logrado amalgamar un imperio dominante. Por más banderas en que se defiendan o nacionalicen, los dueños del mundo saben que se basan en la economía, y para ellos el nacionalismo es funcional a los intereses en conjunto.

Ahora vemos un ataque en Francia. Y los dueños del mundo no se quedarán con los brazos cruzados. Esto no es el debate de violencia o terrorismo. A ambos los sentimos todos los días con ataques en países de la periferia a occidente: Paraguay, Líbano, Vietnam, Egipto, Estonia, Medio Oriente. Y a esto no se le denomina terrorismo. No. Es terrorismo legitimado por el poder y silenciado por los medios de comunicación y el internet.

Duerman tranquilas, conciencias occidentales, déjenos a nosotros la manipulación de sus mentes. Pongan al servicio de la OTAN en América y de la Unión Europea en el centro del planeta, las decisiones geopolíticas.

La palabra de moda es terrorismo. Y lo que ha permitido que la palabra terrorismo se expanda como lo hizo la palabra socialismo o marxismo con anterioridad, ha sido la derrota. Derrota de la cual cada país tiene relevancia. En México se sustenta la teoría. Ideología en el siglo XXI, ni siquiera comparada con el XIX. Los ideólogos del neoliberalismo dicen las que las ideologías han muerto, ¡qué mejor ideología que esa! Y de repente, la violencia reaparece.

En un momento histórico en que el mundo se transforma en una amalgama de pálidos conjuntos sociales y extrema desigualdad, el tema principal está en las armas y en la organización. Las armas y la crítica, Marx. Porque en la Rusia zarista, el movimiento anárquico bombardeaba edificios y explotaba aristócratas, con los correspondientes mártires anarcos. Y sabemos que Proudhon llevó el socialismo a esa etapa, pero también conocemos que con la ausencia de una estrategia colectiva, ese movimiento murió.

Lo mismo observamos ahora con la guerra religiosa de Medio Oriente contra occidente. ¿Violencia? Sí. Pero estratégica (diría el Che). Y construída a partir de momentos colectivos, sociales; no de mártires. La sangre derramada de revolucionarios islámicos entrenados para explotarse a sí mismos es más que simbólica, más que valerosa; pero es más valiosa en vida, entrenando a otros y luchando, que en su muerte.

Ni mártires, ni flores (democracia) a occidente.
Luchemos por la revindicación de un movimiento religioso, anárquico y socialista en Medio Oriente.


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