12/11/15

Género literario: traducción


Literatura de la frontera: Festival Felino. La combi tarda en pasar. Enfrente, un puesto de tacos tiene música ranchera a todo volumen; dos bocinas que llenan la cuadra de sonidos y aromas. Veo mi sombra en la esquina, en medio de las sombras de dos postes que se extienden hasta la mitad de la calzada; la combi se detiene justo encima de la mía, me doblo, subo y me siento en el asiento trasero.

Baja la barranca, zigzageando entre calles empinadas y esquinas agudas. Llega a la línea y cruza la larga fila de autos que van al otro lado. "Garita de San Ysidro", se lee en un letrero que apunta hacia el norte. Volteo el rostro y sueño. La combi continúa su ruta hasta la glorieta de zona río. Hago la parada frente a la plaza. Me desdoblo, bajo y deposito en la mano del conductor los doce pesos del transporte.

Todavía hay tiempo antes del comienzo de la mesa de traductores y las presentaciones de libros. Camino calles que no estaban marcadas en el mapamundi de mis pasos. Abren sendero. Zona río no tiene nada de espectacular, es como un insurgentes de tenochtitlán: casas de comida que seguramente cobran más de lo que realmente sirven, edificios de oficinas de gobierno, locales comerciales.

Regreso sobre mis pasos y entro al centro cultural. Me siento en el auditorio durante cuatro horas a escuchar, como si pusieran una película con la cual distraerme. Escritores amateurs que inician sus trayectorias en el mundo de la narrativa, novatos como uno que no saben escribir de otra cosa más que de su propia vida. Editoriales sustentadas por el estado que publican libros de autosuperación, de metafísica y de la experiencia de la mujer diluida, supuestas feministas en rosa. Autores canónicos de los cuales se continúan haciendo recopilaciones, con nuevas portadas para legitimar comercialmente su tan oxidada reimpresión. Burócratas de la cultura, las letras y las artes, que se sientan en las primeras filas y se pavonean como si fueran los herederos de las corrientes literarias más vanguardistas del país. La cultura como excusa para sentirse iluminados. Aplauden a los aprendices que utilizan las técnicas del internet para ajustar sus letras a lo fragmentario e inmediato: a la cita sacada de contexto, a la frase o segmento mínimo de la tecnología, que convierten a la viñeta en un subgénero del pixel, y que harían que Augusto Monterroso, Eduardo Galeano o Anaïs Nin se revolvieran en sus tumbas. También se presentan traductores literarios (motivo de mi presencia en el evento) que para grata sopresa refrescan la tarde. Alquimistas que revientan el formato y la forma, que reinventan a los autores en otra lengua, que transfieren ideas, sentidos e imágenes más allá de la literalidad de un texto. Traducciones comentadas y traducciones comparativas. Dos géneros literarios a fomentar.

Al final de la tarde, mi sombra es recogida por la combi. De regreso hace frío y una sopa caliente hará la mejor de las compañías.

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