22/3/09

¿El viejo Einstein terminó pensando como socialista?



Sobre las consecuencias del capital: la segunda posguerra no se olvida


Resulta altamente esclarecedor el leer a un genio de las ciencias duras abordar los acontecimientos que vivió e intentar comprenderlos desde una perspectiva social. Sin duda conmovido (y verdaderamente asustado) por los resultados de la segunda guerra mundial, Einstein escribe en mayo de 1949 un artículo llamado
¿Por qué el socialismo?

El texto denota la intención por comprender por qué el ser humano actúa en detrimento de sí mismo, es decir, por qué actúa en contra del conjunto del ser humano. En sus reflexiones es indudable la influencia de Hobbes y, en cierto sentido, de la escuela existencialista (y hasta de cierto darwinismo social) que habría estado en boga justamente en las décadas en que Einstein escribiera sus más grandiosas teorías.

El acercamiento de Einstein al socialismo se dio seis años antes de su muerte, acaecida en 1955. Y, como los marxistas de su época, él también percibió la alienación que la racionalización del capitalismo impuso una vez que los Estados Unidos tomaron la hegemonía mundial. Sin embargo, Einstein no lo abordó desde la perspectiva alienante, más bien lo hizo desde la naturaleza humana en la cual encuentra "el mal" interiorizado. Esta veta le hizo imposible observar que el capitalismo de la segunda posguerra no brota de la fuerza maliciosa del espíritu humano o del mismo desarrollo científico, sino que es un proceso histórico con condicionantes tan antiguas como las civilizaciones a las que él mismo apela. Einstein no era un materialista histórico.

Al diferenciar el método económico del astronómico, en cuanto a que las sociedades humanas 'civilizadas' no pueden ser determinadas por factores económicos universales mientras las leyes de la física determinan indistintamente los movimientos del astros, Einstein realiza una separación entre las leyes naturales y las sociales. Él dice: "
Pero es indiscutible la existencia de tal tipo de diferencias metodológicas. No resulta fácil descubrir leyes generales en el campo de la economía dado que los fenómenos económicos observables están a menudo influidos por diversos factores que es muy difícil evaluar por separado. Por otra parte, la experiencia acumulada desde los comienzos del llamado período civilizado de la historia humana, como bien se sabe, ha sido siempre ampliamente influida y condicionada por causas que en modo alguno son de naturaleza exclusivamente económica".

En contraposición, el materialismo histórico comprobó que habría que delimitar a qué se refiere con sociedades humanas civilizadas. Habría que hacer una distinción radical entre sociedades capitalistas y no capitalistas. En las primeras, las determinaciones económicas son mundiales y necesariamente atraviesan a las sociedad en su conjunto ya que las condiciones capitalistas se encuentran en el método de producción social, es decir, en las relaciones de producción y en el enfrentamiento de clases que ocasiona. En cambio, en las sociedades no capitalistas, las determinaciones económicas se ven regidas por cuestiones culturales: religión, raza, tradición, nobleza, etc. Por tanto, si bien es a partir del encuentro de las culturas ameríndias con el continente europeo cuando comienza el desarrollo capitalista mundial, es a partir del siglo xix cuando la industralización hizo inexorable el camino capitalista global.

Sin embargo, Einstein toma algo de Marx al argumentar en contra del cientificismo europeo al afirmar: "
guardarnos de sobre estimar la ciencia y los métodos científicos en relación a problemas humanos y de suponer que los expertos son los únicos que tienen derecho a expresarse respecto de cuestiones que afectan a la organización de la sociedad". Si bien Einstein conoció perfectamente la colaboración entre ciencia y política, y la amenaza que representa cuando la clase capitalista en el poder toma la bandera de la ciencia como legitimación del progreso a toda costa (aun de vidas humanas), de igual manera apela a su contraparte: la ciencia y el conocimiento entrevisto críticamente. De ahí que la ciencia, para Einstein, deba socializarse, es decir, alejarse de su determinación de 'propiedad privada' y alcanzar a la gran mayoría. Entre líneas es posible leer el deseo irrestricto de arrebatar de las manos de las patronales el conocimiento "científico" para entregarlo a los trabajadores. Esto es posible afirmarlo porque si bien Einstein primeramente diferencia las ciencias naturales de las sociales, en este segundo momento las vincula al interior del conjunto humano. Si la ciencia, en la sociedad capitalista, se encuentra determinada a su sistema de producción mercantil, entonces, el único medio por el cual es posible socializarla es derrumbando su proceso de producción: para socializar la ciencia hay que socializar la producción, el trabajo humano.



Resulta aún más interesante cuando Einstein aborda el tema de la naturaleza humana. Coherente con su formación liberal, para él el ser humano tiene dos naturalezas: la individual y la social. Cada una se desarrolla durante la vida de acuerdo a determinaciones sociales: "e
l afecto o reconocimiento de sus compañeros", dice Einstein. Entonces, la naturaleza individual responde al deseo, mientras que la social lo hace a la necesidad. Según este planteo, la necesidad de socialización humana es regida por el individualismo de cada uno; el hombre necesita del resto de acuerdo a sus necesidades interiores. Para justificar sus reflexiones, Einstein vuelve a la analogía entre el mundo natural y el social: "Como lo es también a la hormiga y la abeja respecto del hormiguero y la colmena. Sin embargo, mientras que todo el proceso vital de hormigas y abejas obedece, hasta en el más mínimo detalle, a instintos rígidos y hereditarios, las normas sociales y las interrelaciones de los seres humanos son muy variables y susceptibles de modificaciones".

Sin embargo, lo que no se observa es que dichas necesidades son económicas y que las relaciones económicas se encuentran regidas por un sistema de producción y no por el capricho del productor o del consumidor. En otras palabras, las relaciones sociales no son determinadas por el capricho de la oferta y la demanda sino por la polarización del capital que obliga a cierto productor a vender cierto tipo de mercancía a cierto precio. El valor de cambio y el valor de uso, como Marx demostró, no son establecidos por la mercancía en sí sino por el valor socialmente necesario de los productores, es decir, por el trabajo. Y ese trabajo, en un sistema explotador como el capitalista, necesariamente genera plusvalía, la cual lleva a la acumulación irrefrenable.

Sin embargo, Einstein no estaba tan lejos de las condiciones objetivas en su juicio económico, en tanto que afecta a las relaciones sociales. Es indudable que el punto fuerte de su análisis radica en la cuestión ideológica que, en sus términos, sería del 'espíritu'. Él afirma que la sociedad de la segunda posguerra se encuentra en "
una grave crisis, que su estabilidad ha sido profundamente resquebrajada. Es característico de situaciones como ésta, que los individuos se sientan indiferentes, y aún hostiles, hacia el grupo, grande o pequeño, al cual pertenecen". Sin duda, de haber sido marxista, Einstein hubiera utilizado la palabra alienación. Empero, su acercamiento al socialismo es tardío, y ciertamente muy tímido, lo que no condiciona que su pensamiento se mantuviera revolucionario. Si bien la teoría de la relatividad revolucionó el desarrollo científico y la comprensión de nuestro universo, sus reflexiones en los temas sociales tampoco quedaron tan fuera del tarro. Es así que aventura su hipótesis sobre el hombre del siglo xx, ciertamente no muy cercana a la ideología capitalista:

Alcanzado este punto creo oportuno señalar, brevemente, lo que para mí constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo: la relación individuo-sociedad. Jamás se tuvo tanta conciencia como hoy acerca de la dependencia del hombre respecto de la sociedad. Dependencia que él no experimenta positivamente, como un lazo orgánico, o una fuerza protectora, sino como una amenaza a sus derechos naturales, y aun a su existencia económica. Su posición en la sociedad es tal, que constantemente son acentuados los impulsos egoístas de su personalidad mientras que los impulsos sociales, más débiles por naturaleza, son progresivamente deteriorados.

Será fundamental desentrañar este párrafo. Para Einstein la relación individuo-sociedad es inalterable, por lo tanto hay dos maneras de que sea desarrollada: en favor del individuo y en detrimento de la sociedad, o viceversa. Por un lado habrá que diferenciar las corrientes teóricas que se desprenden de estos dos posicionamientos. En favor del individualismo tenemos al pensamiento absolutista, a la filosofía occidental clásica (grecolatina), a las religiones (la católica y la protestante como los paradigmas en occidente), al nihilismo, al viejo liberalismo y al neoliberalismo actual. En tanto, en las que postulan a la sociedad por encima del individuo tenemos al socialismo con sus diversas corrientes filosóficas: materialismo histórico, marxismo crítico, socialismo utópico, trotskismo, maoismo, etc. Sin embargo, realizar una división ideológica tan tajante tan sólo lleva a determinismos falsos, es decir, nos lleva a las falsas antinomias burguesas. No es real la contraposición entre unos y otros, o por lo
menos no nos auxilia a comprender y menos a modificar la realidad social.

Esto es demostrable a través del mismo planteamiento de Einstein. Si bien establece que en la sociedad moderna el individuo depende de la sociedad pero lo hace de una manera negativa, lo que hace es posicionar a la sociedad moderna del lado del socialismo (sociedad en detrimento de individuo), lo cual es falso. El occidente de la segunda posguerra es el opuesto dialéctico del socialismo. ¿Entonces, qué hacer? Marx establece que la importancia de las personas en una sociedad se da a partir de la clase que representan, es decir, que el conjunto social no es definible en sí mismo sino de acuerdo a el rol que juegan en el sistema de producción. Por tanto, no se puede culpar a los individuos de no tener libertad absoluta, ni siquiera de actuar como lo hacen ya que, en cierto sentido, responden a sus condiciones de clase.

Con esta argumentación en mente regresemos al párrafo de Einstein. Él dice que la dependencia del hombre hacia la sociedad es negativa. ¿De qué hombre habla? ciertamente, si estamos en una sociedad capitalista, se habla del hombre burgués y del hombre proletario. Cada uno representa un rol en la sociedad de acuerdo a sus intereses de clase; por lo tanto, si la dependencia del hombre es negativa se debe a los condicionantes objetivos que la establecen. Los condicionantes del sistema capitalista se dan a partir de la propiedad privada de los medios de producción, cuya propiedad se legitima con la ideología burguesa. Entonces, si para Einstein la dependencia del hombre con su sociedad es negativa, necesariamente es debido a las relaciones de producción de dicha sociedad, los cuales son burgueses. En contraposición, la dependencia negativa del hombre hacia la sociedad dejará de serlo cuando ésta se aleje de sus determinantes burgueses.

Y es innegable el colofón de su artículo: "
Estoy convencido que sólo existe una manera de eliminar estos graves males: fundamentalmente mediante la constitución de una economía socialista, acompañada de un sistema educativo orientado por objetivos sociales... Sin embargo, conviene recordar que economía planificada no es sinónimo de socialismo. La esclavización del individuo puede ser simultánea a la existencia de una economía planificada".

Consultar el artículo de Einstein completo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=82669



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