10/5/09

lhasa de se la vi, amor mío


En estos tiempos de epidemias, pandemias, catástrofes comunicacionales, imaginarios colectivos, rebeliones de las masas y xenofobias occidentales, comparto (no masivamente pero sí con la esperanza de que se extienda como el mosquito del dengue en Argentina) a una cantante mexicana-franco-argentina.

Tendremos que (re)demostrarles a los apanicados extranjeros que las enfermedades contagiosas mexicanas han estado en sus venas antes mucho tiempo atrás que esta simple influenza coyuntural. Desde los simples comestibles de los que ahora se apropian algunos países europeos (como la papa en Alemania o el chocolate en Suiza) como si ellos fueran a quienes se deben estos productos naturales, hasta los productos simbólicos de la cultura, los cuales ellos creen ser los únicos entendidos (como las matemáticas o la temporalidad).



Lhasa de Sela es una de ellos-nosotros, una cantante que con sangre mexicana ha ido modificando la cultura francesa, insertando el idioma español (mexica) en su cultura eurocentrista. Como tal, como una epidemia (a la cual es más sencillo acostumbrarse), desde Latinoamérica nos mandamos a todo el mundo; ella es una de nosotros que lo lleva a cabo, como tantos otros ejemplos, ya sea en Amsterdam, Bélgica o EU.

A Lhasa de Sela me la topé coincidentemente unos años atrás en las calles de Coyoacán. Iba caminando por España cuando se convirtió en Balcarce. Fue cuando la venía escuchando en el aire cuando la Plaza de la Conchita se convirtió en Plaza Lezama. Algunas hermosas mujeres de la ciudad de México no me dejarán mentir, al recordar el haber escuchado a Lhasa en los aires de esa defectuosa ciudad monstruo, mientras se convertía en los ayres de las ciudades del sur, buenos ayres.



En Lhasa encontrarán la influencia de la guitarra latina, la bohemia del bolero mexicano y un poco del tango argentino. Todo mezclado con la clásica presencia de las cantantes francesas: con dura y articulada voz, que se plantan en el escenario y hacen de la palabra un recorrido musical; disfrutan cada sílaba, la transforman en sonido, en catarsis.

Es como decir Se la vi mon Amours pero en mexica: lhasa de se la vi, amor mío. Ver las piernas cruzadas mientras el tango se baila, el tener que alejarme pa' llegar a tu lado.



Tiene una cuestión de reto, de momento decisivo, de bisagra, de punto de inflexión; como si sus canciones dijeran que con ellas algo va a cambiar, por lo que después nada será lo mismo. Al tiempo que le llora a lo que cambió pero se levanta para enfrentar a lo que vendrá. Son como una historia de guerra, de desamparo, de represión, en la cual son los restos de lo que hubo los que hablan.

Y los restos somos nosotros, los latinoamericanos 500 años después.




Y como restos, un poco del resto de la miserable política mexica:




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