24/1/16


Unos días atrás me di cuenta que estoy por cumplir los seis meses viviendo aquí. Si alguien me preguntara, siento que no los he vivido, que fue justamente ayer que llegué y que todavía no conozco nada, como si hubiera sido un mal sueño cuya duración de seis meses se pasó entre la niebla de una sala de espera, la sala de la esperanza y entrega.

Han sido seis meses de trabajar la esperanza, de ponerme en la vidriera y esperar que se daría cuenta, como cuando se deja una silla vacía pensando en que llegará esa persona, pero el tiempo pasa y lo único que llega es el polvo. Hoy me siento impotente y que nada de ello sirvió.

Pero eso no significa que esté vencido. Más bien es lo obvio, que tengo que apropiarme de este lugar, de este presente. Asumir las decisiones y hacer mío lo que viene. Estoy paralizado, pero ya lo he hecho antes; ya he vivido esto.

"Zarpar hoy, no dormir en tierra, seguir navegando...".

Ahora recuerdo lo que significó para mí esa frase de José Revueltas en su cuento Dormir en tierra. De cómo después de haber vivido hace algunos años esto que siento ahora, mi personalidad se modificó y apareció el peregrino en pleno. Zarpar solo, exiliado, navegar hacia tierras desconocidas, mundos reales e imaginarios, caminarlos, lucharlos, escribirlos; y no dormir en tierra, no asentarme, porque aquello a lo que pertenezco ya no era más.





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