1/1/16


En esta mañana el sol entró bien tarde a la barranca, apenas comienza a calentar ahora la silla donde me siento. Eso mismo se sintió durante la noche, como si el tiempo, el sonido y el espacio se recorrieran dos o tres horas, días o semanas hacia adelante, como una especie de empujón espacial. Un salto.

Me gusta la idea de salto. Hace mucho que no lo hago, saltar hacia adelante o hacia arriba. Mmm... De todas formas, el sentimiento del salto se da también en esta mañana. Creo que dormí de más, porque si bien los cohetes tronaron la mayor parte de la noche y se escuchaban dos o tres fiestas en los alrededores, caí rendido justo a la medianoche.

Nunca he sido una persona vengativa. Y no lo pienso ser ni ahora ni nunca. No veo placer o sentido en ese tipo de actos, en el sometimiento de otras personas a la voluntad de uno. En hacer pagar con lo mismo que a uno le hicieron. Se ve mucho en películas y se lee en los libros; se mira en los periódicos. Es la lucha por un falso poder. Por eso es que la historia de los pueblos originarios siempre me llamó tanto la atención. Una parte de la historia que nos llegó es que muchos de ellos eran tan pasivos que no lucharon. Eso es mentira, lo hicieron entonces y lo siguen haciendo. Pero lo que sí se ve tan presente es esa capacidad para salirse del lugar de interpretación del occidental, del que disfruta al someter.

Hay una escena en la película "La ira de dios" de Herzog. Está el grupo de conquistadores en uno de los caudales del río en la amazonia sobre la balsa que apenas pudieron construir. Llevan un caballo, totalmente inútil en esas circunstancias (pero tan sacralizado en las crónicas originales). En eso, encuentran a un hombre. Le piden al traductor que le grite para que se acerque. Sube a la balsa y le preguntan por el oro. No sabe. Luego le señalan la biblia que el cura carga consigo y le dicen que esa es la palabra de dios. Entonces el hombre acerca el libro a su oreja y, al no escuchar nada, lo tira en el piso de la balsa y lo pisa. Inmediatamente una pistola (o espada) lo asesina.

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