10/8/10

LA ÉTICA MARXISTA COMO CRITICA RADICAL DE LA ÉTICA BURGUESA

Un colectivo de personas me ha pedido que les envíe un antiguo texto sobre ética de muy difícil
acceso en la Red, por no decir imposible. Este colectivo reflexiona sobre cómo luchar contra la
creciente marea de irracionalismo y de fundamentalismo cristiano que, activada desde el poder
imperialista, busca derrotar definitivamente la conciencia crítica, sea atea o agnóstica, el
pensamiento democrático y revolucionario, y cualquier debate creativo que se base en los avances
prácticos del método científico-crítico. Aprovechando el desprestigio de la corrupta y podrida
Iglesia católica, la extrema derecha occidental no vaticanista pero sí fanáticamente cristiana,
multiplica los esfuerzos de todo tipo para volver al oscurantismo reaccionario, a partir del cual
justificar la prohibición de derechos elementales como son los del aborto, el divorcio, la sexualidad
libre, la educación crítica, el derecho a la libertad de pensar y de decir, etc.; es decir, derechos por
los que en su tiempo luchó una parte de la burguesía y que ahora esta clase odia a muerte.
Una reflexión más sistemática que va emergiendo del fondo de problema sostiene que, en realidad,
lo que hay que plantear abiertamente es la lucha por otra ética, o mejor, practicar otra ética, sin
olvidar las restantes luchas, pero sí conectándolas con la recuperación de una ética radicalmente
opuesta a la imperialista. Y es aquí donde algunos miembros de este colectivo se han acordado del
texto que ahora rescato de la represión contra la histórica Basque Red Net. Como algunos
recordamos, Basque Red Net fue la pág. Wed que más daño hacía a la dominación española sobre
Euskal Herria, tanto por la calidad de su estructura interna como la de sus aportes teóricos sobre la
lucha de liberación nacional de clase y de sexo-género del Pueblo Vasco, y sobre la lucha
revolucionaria mundial por el socialismo y el comunismo. Basque Red Net fue cerrada en marzo de
2004 por la represión internacional, inaugurando una dinámica ascendente que luego se ha
generalizado. Ahora, y gracias a los esfuerzos del grupo dinamizador de la Basque Red Net, la
familia Aiestaran-De la Cueva, los textos censurados empiezan a estar de nuevo a disposición
internacional.
Sin embargo, todavía no es fácil para algunos acceder al contenido completo, y el colectivo al que
me refiero es uno de ellos. El texto que se ofrece a continuación fue editado electrónicamente por
Basque Red Net a finales de septiembre de 2002, hace casi ocho años. En marzo de 2004 y de cara a
otro debate sobre ética, se añadió una breve presentación explicativa sobre el origen y la finalidad
del texto, y sobre las dificultades que habían impedido su terminación. Desde entonces ha
permanecido fuera de la Red, excepto en las últimas semanas gracias a la recuperación de Basque
Red Net.
Las páginas que siguen se escribieron en septiembre de 2002, justo un año después de los ataques
del 11 de septiembre de 2001 a algunos centros de poder material y simbólico del imperialismo
norteamericano. Al margen de que cada día que pasa aumentan las dudas razonables sobre la autoría
y la teledirección de los ataques, en el sentido de que se trató de otra práctica de provocación tan
frecuente en la historia de los servicios secretos yanquis para crear una legitimidad que avalase y
justificase atroces y desproporcionadas agresiones presentadas como “defensa justa”, al margen de
esto, lo que sí era cierto en el año transcurrido entre septiembre de 2001 y septiembre de 2002 fue el
del inicia de la “guerra contra el eje del mal” y, a la vez, el de la definitiva claudicación de la
intelectualidad “progresista” que se arrodilló cobarde y egoístamente a las exigencias del
imperialismo.
Sabemos que los planes estratégicos que se pusieron en marcha inmediatamente después del 11 de
septiembre estaban diseñados con bastante antelación, y que el clima de histeria y miedo social de
masas provocado artificialmente tras el 11-S fue activado según tácticas de guerra psicológica, de
manipulación psicopolítica y de marketing del miedo que se venían mejorando desde hace muchas
décadas. Sabemos que la islamofobia y el clima de “nueva cruzada” contra el infiel estaban siendo
activadas ya desde los gobiernos del presidente Reagan y de Bush, desde la década de 1980 en
adelante, sin que Clinton hiciera nada por detener la fanatización irracional del fundamentalismo
cristiano en ascenso en la cultura y política oficiales de los EEUU.
Sabemos que la máquina de la mentira, o sea, la industria político-mediática, creó de la nada y sin
base verídica ni contrastable alguna el cuento de que Irak era una amenaza mortal para la
humanidad ya que disponía de miles de armas de “destrucción masiva” que luego no han aparecido
por ninguna parte. Una institución dedicada a descubrir las mentiras de la prensa, había
contabilizado hasta comienzos de 2010 nada menos que 935 mentiras sobre Irak dichas por
individuos tan cristianos y tan rectos en su moralidad como el presidente Bush, el presidente Aznar,
y primer ministro británico T. Blair, y otras muchas personas e instituciones representativas de la
civilización occidental.
Según el catecismo católico, mentir es decir lo contrario de lo que se piensa con intención de
engañar. La intención de engañar es constante en la industria político-mediática, y la mentira es una
de las prácticas más comunes en la historia interna de las sectas cristianas y del cristianismo en su
conjunto. El cristianismo en sí es una mentira construida mediante la falsificación histórica. Pero
esta es la envoltura superficial del problema. La verdadera cuestión a debate no es otra que la
unidad y lucha de contrarios irreconciliables que se libra dentro mismo de los conceptos de
“verdad” y de “mentira” tomados en su vertiente ético-moral, normativa y valorativa. También
existe una unidad y lucha de contrarios entre la verdad y el error dentro del proceso de pensamiento
científico-crítico, pero es obvio que existe una diferencia cualitativa entre mentira y error que no
podemos exponer ahora. Lo que nos interesa decir es que las 935 mentiras sobre y contra Irak, así
como las miles de mentiras sobre y contra Cuba, la Venezuela bolivariana y un casi infinito etcétera,
estas mentiras no deben ser denunciadas solamente como parte de la política imperialista, que
también, sino a la vez como parte esencial de la ética burguesa.
Queremos decir que existe una continuidad de mentira entre la “verdad” económico-política del
imperialismo, la “verdad” de la ética burguesa y la “verdad” actuante en la conciencia alienada de
las masas explotadas occidentales que aplauden las atrocidades de sus ejércitos en medio mundo. Y
esta “verdad” es a la vez inseparable del criterio cristiano de “justicia”, “virtud”, “bondad”, etc., de
modo que existe una ideología totalitaria que encubre la mentira con la “verdad”, una parte de la
cual o toda ella ha sido revelada por dios, dicen. El ateísmo marxista, militante y radical, aparece
aquí como un componente consustancial a la verdad sociohistórica, pero no es este el sitio para
extendernos al respecto porque lo que ahora urge es decir que la ética marxista, atea, sostiene que la
verdad es revolucionaria porque también sostiene lo mismo la teoría marxista de la praxis y del
conocimiento. La verdad es revolucionaria porque saca a la luz las contradicciones irreconciliables,
porque es radical. Es por esto que la verdad es atea, materialista y dialéctica, aunque aparezca bajo
ropajes agnósticos y hasta idealistas.
En septiembre de 2002 el problema de la ética era especialmente grave ya que esos entes pasivos y
ególatras autodenominados “intelectuales progresistas” se habían plegado sin remordimiento alguno
a las histéricas exigencias del imperialismo. Poco después de redactar este escrito, y de la misma
forma en que Irak sufrió las mentiras y la “verdad” de la civilización del capital, Cuba padeció una
ofensiva propagandística salvaje que llegó a su cúlmen en 2003. La “intelectualidad progresista”
terminó de posicionarse activa o pasivamente al lado del imperialismo y en contra de la revolución,
en este caso de Cuba, pero también y por extensión en contra de la humanidad explotada. En el
Estado español el panorama era todavía peor. La mansedumbre, la docilidad y el servilismo de los
“intelectuales” ante las exigencias del poder, no tenía límite alguno.
Fue en estas condiciones en las que se escribió este texto hace casi ocho años. Pienso que ahora, tras
la crisis mundial desatada definitivamente en verano de 2007, es todavía más necesario que
entonces, y que acabarlo es aún más necesario, pero lo concluiré cuando disponga de más tiempo
para ordenar los borradores ya elaborados. Esta crisis está mostrando en su verdadero salvajismo
inhumano la esencia cruel de la ética burguesa, de la moral de los empresarios y de la gran banca,
de las sectas cristianas y del Vaticano, de civilización del capital en suma. Un ejemplo, las potencias
imperialistas y sus ideólogos se esfuerzan por aplastar la demanda mundial que exige que el agua
potable sea declarada “bien común de la humanidad”, y por tanto su uso sea un derecho humano
elemental. El imperialismo quiere y necesita que el agua potable sea convertida en otra mercancía
más, como el mineral de uranio o de litio, ambos vitales para sus ejércitos asesinos, o como las
patentes de medicamentos contra el virus de VIH y otras enfermedades contagiosas mortales,
recurriendo al supuesto derecho a la propiedad privada. El imperialismo quiere y necesita que las
gigantescas reservas de la biodiversidad de la Amazonía, Siberia, selvas asiáticas y africanas,
Antártida, etc., sean también declaradas “zonas libres para la explotación industrial”, es decir, zonas
privatizadas por el capitalismo que las abandonará una vez arruinadas y esquilmadas hasta la última
gota de sus recursos.
Esta exigencia imperialista no tiene únicamente un contenido económico y político, sino también
una innegable carga ética, normativa y cultural. La civilización del capital ha ido formando desde el
siglo XV una argumentación jurídica y ética según la cual los pueblos “atrasados” y “salvajes” no
tienen pleno derecho a los territorios que ocupan, o ningún derecho, porque no los utilizan
productivamente, no los emplean para la agricultura y la ganadería, o lo hacen mal debido a su
vagancia congénita. Según esta tesis fue el dios judeocristiano el que dijo “creced y multiplicaos, y
dominad la tierra”, mandato divino que es a la vez una exigencia ética y moral, religiosa. El ateísmo
burgués ya cedió a lo largo del siglo XIX ante esta justificación religiosa de las bestialidades del
capitalismo expansivo. Este mismo argumento, disfrazado de laicismo agnóstico y de “tarea
civilizadora” fue aceptado por amplios sectores de la socialdemocracia europea, de la II
Internacional, y del laborismo británico. Con la excusa de “civilizar” a los “salvajes” éstos han sido
exterminados, y los pocos que se salvaron fueron expropiados de todas sus tierras, riquezas y
recursos colectivos, comunales. Y lo mismo sucedió en las tierras europeas durante la acumulación
originaria del capital, y lo mismo está sucediendo en el presente. La ética burguesa justifica esta
atrocidad envolviéndola con la demagogia de la civilización y de los derechos burgueses, que sólo
son los de la burguesía. En realidad, el verdadero imperativo categórico kantiano no es otro que el
de “¡Producid, producid, malditos!”.
Por todo el mundo, la civilización del capital está lanzada al robo masivo e implacable, sin reparar
en medios exterminadores, de los bienes públicos, comunales y colectivos, sean materiales o
culturales, físicos o espirituales. El capital necesita abrir nuevas ramas productivas que compensen
la lenta acción corrosiva de la ley de la caída tendencial de la tasa media de beneficios, y la
burguesía quiere quedarse con todo, desde las tierras hasta los afectos, desde las profundidades
abisales hasta los espacios cósmicos. La expansión del capital financiero, verdadero tiburón
insaciable, acelera la lógica expropiadora y privatizadora. La ética burguesa es, por tanto, la ética de
la propiedad privada, mientras que la ética humana es la de la propiedad colectiva, común,
comunalista, la ética del comunismo.
Concluyendo, tras la relectura del texto de 2002 serían muchas las cosas que ahora cambiaría,
adaptaría y añadiría, pero debe leerse tal cual se redactó hace ocho años en su primera y única
redacción, que se ofrece ahora tal cual la editó Basque Red Net, excepto algunos retoques de forma.
EUSKAL HERRIA 25-VII-2010

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