23/10/15

Nuestros muertos


¿Cómo nos aferramos a las personas que no están aquí? Las sentimos presentes, sabemos cómo hicieron o hacen su vida, sus pensamientos e ideales. Nos tomamos de ellos para darle sentido a nuestra existencia y a los caminos que recorremos, como si fueran balances que impulsan nuestras acciones.

Contrario al olvido, contrario a la indiferencia, contrario a invisibilizarlas o meterlas en saco roto. Las sentimos burbujear en el interior, fortaleciendo los recuerdos y la memoria, una memoria que enfrenta y se levanta para arrinconar a la mediocridad, para mandarla al carajo.

Cargar a los infantes y darles un hogar; escuchar, en el silencio y la algarabía; dar y recibir indicaciones en el laberinto; nuestros miedos y humanidades. Instantes de recuerdo que son tan vivos que queman los pies e impulsan a seguir adelante. Un gran abrazo, tío; un gran beso, mujer. ¿Qué otra forma de memoria, mas que cumplir en vida?

Todos tenemos caídos, que deambulan por la mente, por el mundo, debajo de la tierra, acribillados o viudas. Posicionamiento ante ellos. No olvidar(los), o como dicen en el Sur: ni olvido ni perdón, paredón.

Catarsis en vida. Recordar un guiño, una mano, una lectura, una acción concreta, un estado de ánimo. Recordar los sentimientos que nos mueven en lo más profundo para alcanzar utopías, reconstruirlas, resignificarlas ante quienes quieren nublarlas, destruirlas; hacer locuras en nombre de...; cantar a grito pelado. Pasión de la humanidad.

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