15/12/09

A Rosario, ida y vuelta


Como una despedida hacia Tucumán, miré a una pareja de enamoradas decir adios a una de sus hermanas.

Es la estación de ferrocarril Retiro Mitre al sureste de Buenos Aires. Las horas de espera para que el tren saliera permitieron saludar y despedir a dotaciones de viajeros que arribaban a esta monumental estructura del tránsito nacional. La arquitectura del siglo xix en la estación se manifiesta como un gran arco acompañado por las subsiguientes subestaciones atravesadas por las vías metálicas de lo que alguna vez fuera la red ferroviaria más extensa de América.

Atardece en la ciudad porteña. La mirada es desviada por lo monumental de la estructura. Decenas de destinos y millones de pasajeros mensuales. Hoy, como la sangre de los ríos que nutren la tierra latinoamericana, un mexicano fluirá por la red sanguínea de los trenes argentinos rumbo al norte. Así es como nos fusionamos en el sur: nuestras rebeliones y revoluciones nos los demandan como tarea histórica.

Plataforma 7, vagón 1, asiento 21. Esta locomotora jalará dos vagones por las orillas del río Paraná hasta el destino final: la ciudad santafesina de Rosario. Capital del circo, de las 'payasadas' y de los artistas del escenario teatral de los malabares. Como una embarcación que sale reluciente de los astilleros y es lentamente empujada al interior del agua, así el ferrocarril comienza a andar. Primero leve, respirando bocanadas de energía motora a velocidad discreta deja atrás la capital porteña. Pasa la Biblioteca Nacional con el rio de la Plata a sus orillas, deja atrás Belgrano y San Isidro con las mesquitas enrejadas. Es el medio de transporte que aventaja al resto, el ferrocarril es el menos contaminante, menos costoso, con mayor espacio y comodidad, además de que cuenta históricamente con el menor porcentaje de accidentes viajeros.

Buenos Aires se ve a lo lejos. La oscuridad se cierne sobre el horizonte. La luna llena de hace un par de días mantiene el ambiente bañado por la magnificencia cercanía del astro en el sur. Siempre más cercana y concreta, luna irremediable y solitaria.

Al interior del vagón el mate (yerba que hermana) comienza a recorrer como ritual de viaje los labios latinoamericanos. De los pocillos surge el vapor de agua caliente, lista para ser vertida en el mate cocido de los nenes, chicos que comienzan a saltar y jugar a lo largo de los asientos.

Nada raro, el asiento a la derecha se encuentra vacío. En este recorrido han decidido acompañarnos dos entrañables compañeros de lucha, dos barbones, uno de los cuales vivió sus últimos años exiliado en México, único país en el mundo que le dio asilo, hasta ser asesinado en 1940 por órdenes expresas del stalinismo.

El recorrido a las orillas del Paraná es agradable, el tiempo fluye mientras más me compenetro en su territorio.

Incontables paradas y tres pares de horas después, Rosario comienza a quemar en el horizonte. Me introduzco en ella sin preámbulos, sencillamente el ferrocarril la penetró, deteniéndose en la oscura terminal del norte, a escasa cuadras del prominente estadio de Rosario Central, equipo santafesino de fútbol.

Con dos libros y dos remeras en la mochila comienzan mis pasos azarosamente a guiarse por la ciudad como si al simple contacto con las veredas los pies supieran exactamente a donde dirigirse. Bajé por un boulevard con bares y kioskos burgueses en las orillas hasta que repentinamente doblamos hacia la izquierda (siempre a la izquierda). Esta noche la luna será mi techo y el río Paraná mi lecho. Así, mis pasos recorrieron trecho a trecho la nocturna ciudad hasta el amanecer. Y Rosario se dejó recorrer, se abrió como luz refractada en un prisma y nos permitió percibir cada uno de sus colores.

Primero el azul, representado en el monumento a la bandera argentina. El monumento, como un mástil circundado por los siete mares, enarbola la idea sagrada de la patria nacionalista argentinea. Después el rojo, el monumento al Che, inaugurado el 14 de junio de 2008 para rememorar el 80° aniversario de su nacimiento, aniversario del legendario revolucionario que le hinchara tanto las pelotas al imperialismo norteamericano (y que lo sigue haciendo hoy a través de nosotros, juventud latinoamericana revolucionaria). La leyenda a sus pies lee: "Guevara nació en esta ciudad. Es soldado de la humanidad entera, sus ideas son un estímulo para las nuevas generaciones y una constante exhortación a la conciencia revolucionaria". Y finalmente el violeta, síntesis de la diversidad étnica y cultural de América Latina. El violeta se nos presentó de la manera más inesperada.

Una vez caminado hasta la orilla del río Paraná, mientras observaba su lento oleaje, comenzaron a escucharse a lo lejos tambores y trompetas. ¿Podría ser? -me pregunto-. El azar es estruendoso. Al intentar seguir los rastros del sonido de aquellos instrumentos y las consecutivas risas que les sucedían, fui agotando la distancia que me separaba del galpón de las 'payasadas'.

En el interior de un viejo galpón a la orilla del Paraná todos los colores de la alegría santafesina eran manifestados. Rosario, capital burlesque, ofrecía su espectáculo: uno de sus circos independientes. Los payasos y malabaristas representaban el último acto de la noche, payasadas pasadas las tres de la madrugada. Con bombos de murga, cubos de Rubik, grandes sonrisas pintadas en sus rostros y coloridas vestimentas, estos hermanos compartían lo suyo: la alegre reproducción de la magia del ingenio, convirtiéndola en creatividad emancipadora, contraria de lo tullido, gris y triste de la vida capitalista y sus formas de sociabilidad. El contraste que alcanzaban era tan intenso que el consumismo, la necesidad de acumulación de riqueza, éxito o poder terminaban develados como lo que son: la alta irracionalidad y contradicción que radica en el seno de la sociedad del capital.

Así, estos legendarios clauns proletarios convierten las noches en la 'tragedia' del burgués; lo desnudan, dejándolo con lo que concretamente es: la falacia alienada de su propia riqueza. ¿Qué metáfora más acertada de la realidad (esta que se nos presenta ante nuestros ojos y corazones) para desnudarla y someterla a sus paños menores y fracturas más esenciales?

La función de esta noche concluye. Y con ella, nos alejamos del viejo galpón de las 'payasadas' (http://festivalpayasadas.wordpress.com/). De nuevo las calles de Rosario me envuelven. El amanecer brota de las esquinas y la promesa de un nuevo día se cierne ante mis pasos.

Argentina, América Latina, Nuestra América.


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