30/12/09

La guerra del agua en Bolivia continúa



Notas para leer el video Bolivia’s Glaciers Melt Away realizado por el New York Times


Discutir el tema de los recursos naturales en Bolivia conlleva, necesariamente, a un análisis más crítico de la realidad del calentamiento global y las consecuencias de la emisión de gases por el desarrollo tecnológico que el sistema de producción capitalista ha provocado. De igual manera, debe ser abordada la historia de la lucha de clases escrita por los campesinos y trabajadores bolivianos para defender sus recursos naturales ante la superexplotación de los pulpos trasnacionales en los últimos cuarenta años.


El agua, recurso vital y privatizado hasta el 2000 en la nación andina, se convirtió en el catalizador que permitió el ascenso y multiplicación de movimientos al socialismo que ulteriormente llevarían a un indígena gremialista cocalero al gobierno en 2003. A partir del año 2000 los intereses económicos de las trasnacionales (que hasta meses antes del inicio del siglo xxi explotaban a la nación boliviana bajo condiciones similares a las descritas por Lenin en la época imperialista) fueron cercenados por la misma población latente y feroz a la cual los cipayos del oriente boliviano denominaban como atrasada, ignorante y salvaje. Desde entonces, son diez años que el proletariado boliviano (campesinos y obreros) lleva de lucha intensa en contra de las trasnacionales norteamericanas o europeas.


Por lo tanto, no es novedad que los intereses monopolistas del capital busquen por cualquier medio recuperar los riquísimos recursos con los que cuenta Bolivia. Ya sea a través de ONGs, comunicados oficiales, discursos mediáticos con tintes ambientalistas, vampirescas diplomacias o, de plano, con la intervención militar en las naciones que no se dejen subyugar ante el poder del capital.


Posteriormente a la derrota de la guerrilla boliviana en 1967, en la cual cayera el Dr. Ernesto “Che” Guevara, el gobierno contrarrevolucionario boliviano tornó a convertirse en un aliado íntimo del gobierno norteamericano, abriendo sus puertas a la re-conquista imperial de las tierras y recursos que en ellas se encontraran (gas, petróleo, minerales y ¡claro! la hoja de coca). Así se dio la bonanza del capital norteamericano en territorio boliviano, secundado por la apropiación (algunos años después) del resto de los recursos naturales por el capital europeo, en particular el francés y el español.


De 1977 a 1987 las tierras dedicadas para el cultivo de coca aumentaron diez veces, pasaron de producir 1,800 toneladas a más de 50,000. Para 1990, Bolivia era el segundo productor mundial de coca, exportando $1,6 billones de dólares al año. Uno de cada cinco bolivianos trabajaba en la coca. La economía boliviana pasó de basarse en los minerales como el estaño a producir base de coca y cocaína. Fue el pretexto con el cual el gobierno norteamericano delineó un plan para intervenir en este país, a través del llamado Iniciativa Andina (paralelo al que ya ejecutaba en Colombia, el Plan Colombia, y al que aplicaría en México a partir de la década de 1990, el Plan Puebla-Panamá). De esta manera, la cocaína pasó a ser el cimiento de la economía boliviana. El estaño, por su parte, perdió la mitad de su valor, provocando el desempleo del 80% de los trabajadores de la minería.


Para 1987, unidades especiales de inteligencia, del departamento antidroga norteamericano (DEA), patrullas fronterizas, guardacostas para mares y ríos, así como la CIA inundaron las coyunturas geográficas y políticas de Bolivia. La exportación de cocaína para EEUU aumentó considerablemente durante esta década. Las operaciones derivadas del alud armado derivaron en miles de detenidos, de los cuales el 44% fueron torturados con armas importadas del ejército norteamericano, mientras que los campesinos que trabajaban las tierras cultivadas con coca vivían en precarias chozas y solamente una de cada seis familias tenían agua corriente o inodoro.


Bolivia entró al siglo xxi sumido en la miseria generalizada. El 87% de las tierras están en manos del 7% de propietarios. Con la coca convertida en el principal recurso exportado y como fuente primaria de ingresos económicos, con la minería desgastada ante un mercado mundial inundado de minerales, con la necesidad de importar productos básicos para alimentar a su población a pesar de que más del 70% trabajan y vivían de la tierra, y con el petróleo y el agua privatizados, Bolivia era un país de campesinos sin tierras, mineros sin minas y de alto analfabetismo. Por lo tanto, tal precarización de la vida llevó a situaciones de descontento generalizado y de focos revolucionarios.


En el mes de abril de 2000 se desencadenó un levantamiento popular que modificó el panorama revolucionario en Bolivia. Se le denominó “La guerra del agua”. El levantamiento fue ocasionado por el aumento en las tarifas del agua en la ciudad de Cochabamba. La ciudad fue sitiada por campesinos, habitantes y ex trabajadores de la minería, quienes constituyeron la Coordinadora del Agua y la Vida. El agua en Bolivia era propiedad de una empresa privada, Aguas del Tunari (de la francesa Lyonnaise des Eaux). La Coordinadora demandó que se nacionalizara el recurso natural vital. Fue así como nació en Cochabamba un centro de poder obrero que permitió que organizaciones en todo el país los apoyaran y que era opositor al gobierno de La Paz, que gobernaba con los asesores yanquis a un costado, y de Santa Cruz, centro empresario del país.


En septiembre del mismo año el descontentó se generalizó para decantar en un alzamiento nacional liderado por organizaciones campesinas aliadas con cocaleros, docentes, gremialistas, transportistas y otros sectores populares como los universitarios. El descontento generalizado fue producto del hundimiento de las políticas burguesas que desde 1985 habían entregado los recursos naturales a los monopolios internacionales. En La Paz, desde que Aguas del Illimani (de la francesa Lyonnaise des Eaux) pasó a administrar la distribución del agua, su precio pasó de 2 a 12 bolivianos la unidad cúbica, por lo que “la mayor parte de la población no pudo afrontar este aumento, reemplazó las duchas por instalaciones sanitarias comunes, y pagas”. (Coggiola, 2007:317).


La trascendencia de la creación de la Coordinadora del Agua y la Vida radica en que, a partir de su control campesino, superó las demandas de mediación o negociación con los pulpos monopólicos que caracterizan a las burguesías políticas gobernantes de los países de América Latina. La extracción proletaria de sus dirigentes permitió que no se efectuara una traición a la reivindicación esencial: la nacionalización del recurso natural. “Los campesinos, los gremiales que representan el 66% de la población económica activa, de los cuales la mitad están como subempleados, han logrado un grado muy importante de organización, al igual que algunos sectores laborales urbanos y rurales, como el magisterio. Todos ellos fueron los grandes protagonistas de los alzamientos del 2000” (Coggiola, 2007:165). Fue así que se le denominó “La guerra del agua”. Finalmente, el abastecimiento de agua para la ciudad de Cochabamba (centro estratégico económico que une a Santa Cruz con La Paz) rompió con la multinacional Aguas del Tunari (reitero, empresa tercerizada de la francesa Lyonnaise des Eaux) a finales del 2000.


Con los ojos abiertos por el contexto arriba expuesto es posible abordar de manera crítica la aparición de campañas mediáticas que buscan derrocar al gobierno actual en Bolivia. El capital tiene múltiples vías para derrotar centros de poder proletario. En el caso del país andino, la más fresca es el intento de golpe de Estado en 2008 por la burguesía boliviana en contubernio con el gobierno norteamericano. Golpe que fue detenido por la masa trabajadora que no permitió que se derrocara la gestación del socialismo indigenista en su nación, con su presidente aymara a la cabeza y una Asamblea Constituyente de los Pueblos, aprobada a finales de 2008. Una segunda vía con la que cuenta el capital para derrocar gobiernos en América Latina es la que nos interesa: la reproducción mediática de campañas ideológicas que buscan minar las bases que sustentan el poder político de la dirección campesina en Bolivia.


Videos como el que reproducimos a continuación, de título Bolivia’s Glaciers Melt Away (Los glaciares en Bolivia se derriten), realizado por el diario norteamericano New York Times, son el claro ejemplo del doble discurso que el capitalismo utiliza para vencer ideológicamente a sus enemigos, a aquellos que buscan vías al socialismo y se niegan a caer en la barbarie a la cual el mismo sistema de producción capitalista nos condena día a día. El video se centra en un glaciar que existía en una cumbre andina que proveía de agua a la ciudad de El Alto, Bolivia. Y además (nada raro) era el centro turístico de ski de mayor altitud en el mundo.






Science

Bolivia's Glaciers Melt Away

Bolivia's Chacaltaya glacier - once the "world's highest" ski resort and a crucial source of water for millions of people - melted away in 2009.

http://video.nytimes.com/video/2009/12/13/science/earth/1247466103114/bolivia-s-glaciers-melt-away.html?ref=science


Después de décadas de dominio económico en Bolivia, el cual perdió en el año 2000, el capital trasnacional busca reapropiarse lo que creyó algún día suyo. Bajo el argumento del deterioro de recursos riquísimos para la humanidad (en este caso, el hielo milenario de las cumbres de los Andes), el capital culpabiliza al pueblo boliviano y a sus actuales gobernantes de que el agua andina se haya perdido, y acude a la indignación pequeño burguesa para proponer un nuevo administrador (un administrador más eficiente ¡claro! tecnócrata ¿que no?) de los recursos del territorio que aún hoy pertenece a los descendientes del imperio inca.


Ya en 2003, antes de ser elegido presidente Evo Morales, el embajador norteamericano en Bolivia, Manuel Rocha, advertía al electorado si votaba por Evo: “Quiero recordarle al electorado boliviano que si elige a los que quieren que Bolivia vuelva a ser un exportador de cocaína, ese resultado pondrá en peligro el futuro de la ayuda de los Estados Unidos a Bolivia”. (Coggiola, 2007:303)


En el artículo que acompaña al video, de título “In Bolivia, Water and Ice Tell of Climate Change” (En Bolivia, el agua y el hielo acusan el cambio climático), firmado por la corresponsal Elisabeth Rosenthal del New York Times, se encuentran más indicios de la forma que el discurso imperialista configura su visión de la región andina.


En primer lugar, introduce con la descripción de una familia boliviana en la cual la mujer se encarga de las tareas domésticas mientras el marido trabaja. La mujer (siempre para la visión externa, de los otros, de los extranjeros occidentalizados) necesariamente viste “tradicional braids and a long tiered skirt” (trenzas tradicionales y una larga falda tejida): la imagen que más atrae al turismo mundial. Busca naturalizar la estructura familiar nuclear (por orden divina tripartita: padre-madre-hijo; osea, dios padre, dios hijo y espíritu santo) al afirmar que es responsabilidad de la mujer conseguir el agua para lavar trastes y ropa, obviando la realidad que en la ciudad de El Alto se vive. Para la corresponsal, la ciudad de El Alto es “a poor sister city of La Paz,[that] could be the first large urban casualty of climate change” (una ciudad pobre hermana de La Paz que puede ser la primer baja del cambio climático).


La ciudad de El Alto, es una región suburbana que ha sido devorada por la expansión de villas miserias en los umbrales de la ciudad de La Paz. Históricamente proveedora de minerales, sus habitantes en su mayor parte son campesinos que trabajan la tierra, universitarios y ex-mineros desocupados que buscan acomodo en los servicios de La Paz. Sin embargo, El Alto no es exclusivamente eso.


En El Alto es donde comenzó la primera revolución obrera de América Latina, la revolución boliviana de 1952, que tuvo como eje la nacionalización de las minas de estaño y la reforma agraria. Es, por correspondencia histórica, el polo opuesto a la población aburguesada del oriente boliviano. Es el centro de poder obrero de la nación andina y en donde la organización proletaria ha alcanzado su mayor capacidad de resistencia y formación militante. La capacidad de lucha de El Alto ha llevado a su población a demandar una universidad con características únicas en América Latina: la Universidad Popular de El Alto (UPEA). Es también ahí donde las bases urbanas se manifestaron a favor del movimiento cocalero de Evo Morales que llevaría al MAS (Movimiento al Socialismo) a la presidencia.


Las mujeres de El Alto trabajan a la par de los hombres. Trabajan al interior y al exterior de sus hogares. Los ex-mineros de El Alto que se han levantado en lucha una y otra vez desde 1952 en contra de la superexplotación de los recursos bolivianos, de las reformas neoliberales y de las privatizaciones, han sido acompañados por las mujeres, tanto en los enfrentamientos callejeros en las manifestaciones y cortes de ruta, como en las masacres y represiones del ejército. Tantas mujeres han caído laceradas por las armas importadas de EEUU como hombres. Y, en muchas ocasiones, las demandas que el sexo femenino reivindican superaron las que inicialmente propulsaron sus iguales masculinos. Así sucedió en la UPEA, cuando los estudiantes universitarios en 2006, liderados por mujeres universitarias, demandaron y lograron mantener la autogestión de la casa de estudios superiores. De igual manera en 2008 cuando impidieron que las reformas privatizadoras a los estatutos universitarios fueran aprobadas. Lograron mantener el voto directo para la elección de rector, así como evaluaciones periódicas a los docentes, e impidieron la imposición de cuotas semestrales. Todas, reivindicaciones alcanzadas por la dirigencia encabezada por mujeres de El Alto; mujeres que tienen acceso universal y gratuito a los estudios superiores en la ciudad.


La visión idílica reflejada en el artículo de la norteamericana Rosenthal y por el video de producción imperialista no tienen correspondencia con la realidad, mientras se apegan a una idea colonialista y mitificadora de la población boliviana. Interpretación errónea (y hasta ridícula) que resalta aún más cuando se le compara con la historia de la lucha de clases en la ciudad de El Alto.


En segundo lugar, el artículo de Rosenthal intenta exponer como solución al cambio climático global la intervención de los países desarrollados en los del tercer mundo. Aquí es extremadamente coherente con lo que el video nos muestra. El New York Times propone como solución que los organismos internacionales decidan qué hacer en los países colonizados. Entre líneas argumentan: si Evo y la población indígena boliviana es incapaz de mantener sus recursos naturales, somos nosotros (por derecho divino) quienes debemos administrarlos.


A partir de una falaz argumentación, Rosenthal afirma que países como Bolivia se encuentran indignados con los países imperialistas porque consideran que la cantidad de dinero que éstos enviarán a los países coloniales no es suficiente para detener el cambio climático global. Agrega: “Bolivia has become an angry voice for poor nations, demanding that any financing be paid out in full and rapidly” (Bolivia se ha convertido en una voz enfurecida para las naciones pobres al demandar que cualquier financiamiento debe ser pagado íntegro y rápidamente). Y apela a la reunión de cambio climático global de 2009 en Copenhague para alcanzar un acuerdo. El cinismo es bárbaro. Todos vimos lo que sucedió en Copenhague: una gran mentira, un teatro montado para legitimar el poder de EEUU y sus incursiones militares en todo el mundo.


Alguien tendrá que avisarle a la señora Rosenthal que las demandas de los países del ALBA, entre ellos Bolivia, no son debido a que consideran que la suma invertida sea insuficiente o porque no se pague en el tiempo estipulado. El discurso de Evo en Copenhague desmiente esa afirmación. Lo que Bolivia demanda al mundo es que el capitalismo es el culpable del cambio climático global, y que los países imperialistas son quienes, enarbolando la bandera de la democracia burguesa, terminarán por agotarlo. Las demandas superan, por lo tanto, cualquier cantidad de millones de dólares que el FMI brindará a los países coloniales, mientras se enfocan en el verdadero problema: el sistema de producción del capital.


Al capital le molesta que la clase proletaria latinoamericana no ceda sus recursos naturales y mano de obra. Se empecina en explotarnos de nuevo y utilizará cualquier medio para lograrlo. Mientras entidades tan poderosas como el New York Times sigan reproduciendo el discurso del capitalismo, toda realización mediática emitida por ellos estará bajo las reglas de producción de este. Y las necesidades inmediatas del capitalismo, representado por el imperio norteamericano y sus lacayos europeos, son reapropiarse los recursos naturales perdidos en las periferias mundiales (como el agua de Bolivia). Recursos naturales recuperados por los pobladores andinos a través de la lucha de clases.


Se confirma la idea de que la lucha por la nacionalización de los recursos naturales en Bolivia (agua, gas, reforma agraria, minerales) es el centro de la lucha por la nacionalización de los recursos en toda América Latina, la cual pondrá en marcha la unidad socialista continental con el proletariado norteamericano. Queda demostrado que las tareas históricas que se avecinan para América Latina en el siglo xxi, de independencia política y económica, sólo podrán ser realizadas por las luchas de los campesinos y obreros como parte de una revolución socialista mundial.


Desde El Alto, Bolivia


¡Hasta la victoria siempre!

¡Proletarios del mundo, uníos!



Fuentes:



Coggiola, Osvaldo (2007), Rojo amanecer, RyR, Buenos Aires


Justo, Liborio (2007), Bolivia: la revolución derrotada, RyR, Buenos Aires


Lenin, V.I. (2008), El imperialismo, fase superior del capitalismo, Ediciones Libertador, Buenos Aires


New York Times (2009), Bolivia’s Glaciers Melt Away, video digital: http://video.nytimes.com/video/2009/12/13/science/earth/1247466103114/bolivia-s-glaciers-melt-away.html?ref=science


Observatorio Social de América Latina (OSAL) (2006), Revista del OSAL, año VII, núm 20, Buenos Aires


Rosenthal, Elisabeth (2009), “In Bolivia, Water and Ice Tell off Climate Change”, en New York Times, versión digital: http://www.nytimes.com/2009/12/14/science/earth/14bolivia.html?_r=1#


Trotsky, León (2007), La revolución permanente, Libros de Antares, Buenos Aires




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