23/9/19

Me he comenzado a dar cuenta que en términos históricos, las condiciones objetivas para el acontecimiento de un fenómeno particular, como diría Trotsky, están como las condiciones revolucionarias ante el capitalismo: que se caen de podridas.

Cada vez estoy más convencido de que la sabiduría es igual a la distancia entre el tiempo imprimido que el sujeto obtiene una vez impulsado por fuera de las condiciones materiales de sus propias circunstancias. No hay mejor definición para ella. Y no habrá ancianos que lo refuten.

Y es por ello que la tranquilidad entra en el espíritu humano, porque lo acompaña una vez ha llegado hasta el otro extremo de la conciencia, de la posibilidad y probabilidad, para determinarse y demostrarse a pesar de cualquier expectativa. Todos somos improbables, vistos en términos de la gran historia bajtinana; la maravillosa cualidad de la existencia es que no existe nada más que estas p-a-l-a-b-r-a-s que enuncio en este momento, y por lo tanto son las palabras que componen la totalidad del diálogo con los otros.

En síntesis: para que suceda algo que se desea, hay que actuar.

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