31/3/19

La información y los rumores son vastos: los mexicanos fronterizos comienzan a tener reservas, a planificar en caso del cierre de la frontera. Hay desde extremistas que ya planifican a quien encargar en Tijuana sus inmuebles, en caso de que el cierre los agarre laburando en el otro lado y no puedan regresar en meses o años; en el otro extremo, los que ni enterados están del contexto en que viven y los tomará de imprevisto. Con mayor criterio, otros hablan con sus cercanos, resuelven conflictos inmediatos y esperan que de existir un cierre de frontera, no supere los ocho o diez días; la posibilidad de que sea un cierre tan extenso como el del gobierno no está dentro del horizonte de posibilidades para estos habitantes. Pero las cosas pueden cambiar de la noche a la mañana. Entonces, al día de hoy hay incertidumbre que no ha trascendido que los mexicanos de esta frontera tijuanense se preocupen por otra cosa que en sus individualidades. Pero de profundizarse este conflicto, aumentarán las expresiones de odio (que ya se están multiplicando en San Diego), lo que inevitablemente provocará violencia. Lo más relevante será cómo responderá la comunidad latinoamericana en el imperio, ¿será finalmente esta coyuntura la que haga despertar a los trabajadores latinos para que pasen de ser invisibles a que tengan reconocimiento? ¿qué clase de organizaciones colectivas y comunitarias latinas tomarán el liderazgo? ¿puede convertirse en un 1968 spanglishado?

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