25/10/09

¿Política o mercado? No, capital



La primavera comienza a notarse en Buenos Aires con el aumento de precios en la carne y la electricidad. Conforme la temperatura sube en el cono sur, los aires acondicionados eléctricos de cada hogar multiplican su tiempo de utilización, y la electricidad necesaria para proveer a la urbe inmensa es mayor; de la misma manera, la reproducción ganadera aumenta su costo por la cantidad de agua necesaria para mantener las cabezas de ganado. Por ello, los churrasquitos, asados y choripanes, suben de precio.

Ante tal situación, yo me caliento un café negro para refrescar el cuerpo durante esta noche y decido acudir a una consumisión vegetariana para satisfacer el estómago. Un narrador porteño, llamado Haroldo Conti, decía que el mejor tratamiento para el cuerpo físico de un pensador es no pensarlo demasiado, así te permite continuar con el trayecto. Conti vivió largos años durmiendo en cuartos de pensión mensual (sin aire acondicionado) y escribiendo en los bares de Buenos Aires acompañado de una taza de café, hasta que la última dictadura en Argentina lo desapareció. Por eso es que con Haroldo, quien les escribe, tiene ciertas simpatías y paralelismos.

Pero regresando a lo que me interesa platicarles. El sentido común de un ciudadano promedio, decente y progresista, laburante y creyente (como imagino es ud. lector, lectora), supone que las alzas en las mercancías de consumo masivo en América Latina (y en las periferias mundiales) son consecuencia directa de una de dos causas: o de decisiones políticas de los grupos en los poderes nacionales locales al aumentar los impuestos, o por decisiones del mercado mundial que, a través de la oferta-demanda, hace que los precios aumenten.
En México, por ejemplo: "dos entidades apologéticas del TLCAN como el Grupo de Diarios América (GDA) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ofrecieron un panorama desalentador para México al puntualizar que la economía retrocederá este año en 7,2 % con respecto a 2008. Datos del oficial Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) indican que en 2008 existían en el país 50,6 millones de personas en la pobreza, que al sumárseles los 4,5 millones de este año, alcanzan la cifra de 55,1 millones, o sea, el 51,3 % del total de la población, estimada en 107,4 millones de habitantes. Sin criticar al TLCAN, los pronósticos negativos del FMI para México se basan en que la debilidad de la recuperación económica en Estados Unidos limitará la creación de empleos en ese país y la demanda de productos de importación sea exigua, lo cual limitará aún más las exportaciones aztecas, además de una fuerte contracción en las remesas de los mexicanos que trabajan en la Unión Americana", dice un analista independiente latinoamericano. Así, el sentido común termina responsabilizando a los miembros del ejecutivo-legislativo o a los empresarios irresponsables: "es un mal gobierno", "o es un pésimo presidente", "el Congreso no lo deja trabajar", repetirá una y otra vez el sentido común; o: "todo es culpa de los EEUU", "no hay suficientes inversionistas", dirán otros. Son dos posicionamientos válidos para el sentido común, tomando en cuenta que éste es promovido por diversas fuentes: por lo que se "escucha en las calles"; por lo que "informan" los medios de comunicación; por lo "aprendido" en las instituciones de educación burguesas; y por lo que el trabajador "dice y reproduce" día tras día en su 'oficina' cuando va a ofrecer su fuerza de trabajo al capital.

Todos somos objetivo de esa "forma de ver el mundo" porque vivimos bajo un mismo sistema económico que genera esa visión hegemónica de la realidad. Pero que una mentira se repita miles de veces no la convierte en verdad, dicen por allá. La visión prefabricada que cargamos debido al sentido común divide a las causas de las manifestaciones económicas mundiales entre buenos y malos. Hace pensar que un "buen gobierno" en un país subdesarrollado (como le llaman ellos, o de Tercer Mundo, como también le llaman ellos) brindará prosperidad a una nación, mientras que uno "malo" lo llevará a la quiebra. ¿Qué significa buen o mal gobierno? ¿Para comprender la realidad debemos acudir a determinaciones morales?

La corriente que este autor respalda dice que no. Las determinaciones morales son para la manipulación ideológica de las clases en la sociedad. De querer comprender por qué aumentan los precios en las mercancías de consumo masivo, o de querer comprender por qué cada día más nos sentimos mayormente explotados en el trabajo: sin aportes como la jubilación, un aumento salarial, etcétera; acudir a determinar a un gobierno como malo o bueno no servirá de nada. Por el contrario, las condiciones materiales dialécticas de la sociedad son las que brindan el estudio objetivo, es decir, científico, para no solamente comprenderla sino transformarla.

Las condiciones objetivas de un país como México, dice el mismo investigador, son: "El TLCAN ha provocado la quiebra de los agricultores nacionales que no pueden competir con la entrada al mercado mexicano de mercancías norteamericanas mucho más baratas, debido a los grandes subsidios que esa nación otorga a sus productores. Los campesinos abandonan sus terruños y junto a la familia van hacia las ciudades en busca de un idílico trabajo muy difícil de encontrar, pues datos pues datos de organizaciones no gubernamentales indican que en las urbes el 70 % de la Población Económicamente Activa (PEA) está desocupada o en empleos informales como vendedores ambulantes. Antes del Tratado, los agricultores aztecas abastecían a la nación de arroz, frijol, leche y maíz, entre otros productos, pero en la actualidad esas mercancías, que entran procedentes de Estados Unidos libres de aranceles, han copado en más de un 80 % el mercado nacional. Pese a que la Constitución mexicana establece que “tratándose del petróleo ... o de minerales radiactivos, no se otorgarán concesiones ni contratos, y la Nación llevará a cabo la explotación y distribución de esos productos", la investigadora Nancy Flores, en un estudio titulado “Contratos al margen de la ley de PEMEX”, señala que más de 3 000 contratos benefician a 23 transnacionales mayormente norteamericanas. Las ganancias por las actividades petroleras, el recurso más rico e importante de la economía mexicana, también viajan hacia Estados Unidos".

Entonces, nos preguntamos, ¿seguiremos culpando a nuestros incorruptibles y eficientes políticos (se comprende la ironía) o a los EEUU o imperio en turno? Ninguna de las dos aproximaciones brindará un análisis completo de la realidad objetiva. El investigador que cito utiliza las fuentes burguesas para su información: "El FMI, organismo que impulsó, junto al Banco Mundial, las medidas neoliberales y de privatizaciones en las naciones en desarrollo, no tuvo más remedio que reconocer en su informe que debido a la dependencia de la nación azteca con Estados Unidos, “el desplome de la economía mexicana será la más grave que registren los países latinoamericanos”". Pero nosotros no podemos quedarnos con este diagnóstico tan superficial, ya que dicha dependencia es una consecuencia más de un sistema más amplio de explotación mundial. Se convierte en una obviedad, como aseverar que en un estado esclavista existen esclavos. Eso de antemano lo conocemos. En el sistema capitalista existe la burguesía y existe el proletariado: la primera es la dueña de los medios de producción, y la segunda tan sólo es dueña de su fuerza de trabajo. Definirlo con cifras no es suficiente.


Finalmente, ¿qué significa transformar la realidad? Si, como ya dijimos, las consecuencias de la pobreza en las periferias mundiales (y en el mundo entero) no son causadas ni por los gobiernos (buenos o malos) ni tampoco por el mercado mundial exclusivamente. Entonces, la causa se encuentra velada, escondida, pero también a simple vista. La causa está en el mismo sistema de producción, que establece las relaciones a través de las cuales la sociedad crea sus condiciones económicas, políticas y culturales. Para transformar las relaciones de explotación y para superar la miseria, este sistema debe ser destruido. Sí, el sistema capitalista. La unidad más simple del sistema capitalista es la mercancía, es su piedra fundacional pero al mismo tiempo su fractura más accesible. El sistema capitalista es tan sólo una forma de producción humana que tiene sus orígenes en la acumulación originaria, hace 500 años. Pero, si es sólo una de las formas posibles de producción, ¿podemos imaginar y luchar para formular una distinta? Sí. Todo sistema económico por ser humano es finito, por lo tanto, el capitalismo tendrá una finalización. Su destrucción presupone crear esa forma de producción distinta, es decir, transformar la realidad como la conocemos actualmente. Superar el capitalismo presupone que las condiciones sociales de la humanidad alcanzarán estancias en que los medios de producción no se encuentren monopolizados en unas cuantas manos: en las manos de la propiedad privada y el capital.


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