1/9/18

Defender a la revolución cubana de su burocracia


Tomado del sitio de nuestra organización: https://grupoobrerocomunista.wordpress.com/2018/08/09/ante-los-intentos-de-restauracion-capitalista-defender-las-conquistas-de-la-revolucion-cubana/

¡Por una revolución política proletaria!

¡Por la revolución socialista mundial!



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Cuba es el país con el sistema educativo más desarrollado de América Latina y el Caribe. Foto: Cubahora.

El 13 de julio de 2018, el nuevo presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, electo en abril pasado, anunció una nueva Constitución —promulgada el 23 de julio— que da reconocimiento a las políticas de mercado ya aplicadas desde la presidencia de Raúl Castro, tales como la iniciativa privada y la inversión extranjera. Díaz-Canel negó que estas medidas signifiquen un giro hacia la restauración capitalista en Cuba y que, por el contrario, se tomarán medidas para fortalecer el socialismo. Esta nueva Constitución es alarmante, ya que reconoce abiertamente “el derecho a la propiedad privada” —pilar del sistema capitalista— por encima de la propiedad colectiva socialista. Según Díaz-Canel, la nueva Constitución es una muestra de la “genuina democracia” socialista. Sin embargo, el borrador del anteproyecto de Constitución excluyó la cláusula de la Constitución de 1976 que señala la meta de construir una “sociedad comunista” (The New York Times). Por supuesto, la meta de construir una sociedad sin clases sociales, es decir, el comunismo, es la tarea histórica del proletariado y del partido de vanguardia de la clase obrera, y no se puede dejar en manos de una casta burocrática pequeñoburguesa que ha usurpado el poder por casi 60 años, como lo es la burocracia castrista.

Nace el Estado obrero deformado cubano
El 1 de enero de 1959, a sólo 80 millas náuticas de Estados Unidos se proclama el triunfo de la Revolución Cubana. Años antes, la isla tenía como base económica el tráfico y explotación de esclavos, atados principalmente a la producción azucarera. Después de la derrota de España en la guerra de 1898, Estados Unidos se convirtió en el nuevo amo colonial de Cuba, imponiendo a cuanto dictador títere le venía en gana, con el propósito de proteger sus intereses económicos —como los casinos y las casas de prostitución—, mientras la gran mayoría de los cubanos vivían en la más terrible pobreza.
En 1955, tras el golpe de Estado del títere pro-estadounidense, Fulgencio Batista, se suspende la Constitución, se disuelve el Congreso, y se generaliza la represión, lo que sirve de impulso a la lucha revolucionaria, en la cual participan diversos grupos, logrando ganar la dirección el movimiento 26 julio, dirigido por Fidel Castro, quienes habían emprendido la lucha armada en 1953.


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Triunfo de la Revolución Cubana, 1959. Foto: Granma.

El 1 de enero de 1959, los revolucionarios cubanos se hicieron del poder en Cuba, derrocando al gobierno reaccionario y servil —ante el imperialismo estadounidense— de Batista, y sus primeras medidas fueron prohibir las apuestas y eliminar la prostitución ya que, bajo la dictadura capitalista, Cuba fungía como el prostíbulo de Estados Unidos. Además fue implementada una reforma agraria a gran escala que beneficiaría principalmente a los campesinos. Sin embargo, no se tenía como plan inicial el adoptar el socialismo como sistema económico y político, pues la Revolución Cubana fue una revolución democrática burguesa dirigida principalmente por pequeñoburgueses nacionalistas apoyados en el campesinado, contradiciendo la tesis marxista de la Revolución Permanente que enfatiza el papel central de la clase obrera y de su partido de vanguardia en la lucha por el socialismo y la necesidad de extender la revolución socialista a los países más avanzados industrialmente y, finalmente, a todo el mundo, tal como se buscó hacer en Rusia tras la Revolución de Octubre de 1917, y por lo que luchamos en el Grupo Obrero Comunista.
La Ley de Reforma Agraria, promulgada el 17 de mayo de 1959, condujo a realizar grandes expropiaciones, eliminó el latifundio, el cual había estado en manos de empresas estadounidenses como la United Fruit Company. Además, se redujeron las tarifas telefónicas y eléctricas, y las rentas disminuyeron en un 50%, entre otras medidas que beneficiaban a las grandes mayorías empobrecidas.
Estados Unidos profundizó sus ataques contra Cuba, por lo que el nuevo gobierno revolucionario fue empujado a buscar el apoyo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que fue fundamental en el proceso de revolución social. Para julio de 1960, se estableció el monopolio del comercio exterior; en agosto se nacionalizaron las refinerías de petróleo, las empresas eléctricas y telefónicas, así como 36 centrales azucareras pertenecientes a los explotadores estadounidenses. El 13 de octubre de 1960 se nacionalizaron 382 de las principales empresas del país, incluyendo la totalidad de los bancos, y se traspasaron a los arrendatarios las propiedades que habitaban. Las nacionalizaciones, parte de la llamada Ofensiva Revolucionaria, abarcaron todo tipo de comercios privados, hasta los más pequeños, culminando en 1968. La burguesía fue expropiada, y desde el 16 de abril de 1961, Fidel Castro proclamaba el carácter socialista de la revolución.
Los imperialistas estadounidenses iniciaron el bloqueo económico contra Cuba a partir de 1960 —el cual continúa hasta nuestros días—, pero Cuba fue capaz de reorganizar su economía insertándose en el campo socialista y, gracias a la ayuda soviética, se disminuyeron los efectos de los ataques estadounidenses, los cuales habrían significado el aplastamiento del gobierno revolucionario.
Sin embargo, Cuba adoptó el modelo político y económico de la Unión Soviética, siendo este país un Estado obrero burocráticamente degenerado desde el momento en que Stalin y sus secuaces usurparon el poder político, entre 1923-1924, haciendo a un lado a la clase obrera, así como a la vieja guardia bolchevique —herederos de la Revolución de Octubre en 1917. Es por ello que, de la Revolución Cubana, nace en 1960 un Estado obrero deformado que al abrazar a la Unión Soviética, tomó como referencia la seudo teoría de la burocracia stalinista del “socialismo en un solo país”, así como la “coexistencia pacífica” con el imperialismo. Esto impidió a la clase obrera mundial organizarse y luchar por la revolución socialista, y ha conducido al aislamiento de la Revolución Cubana en el mundo. Fue paradigmático que, al más puro estilo stalinista, Ernesto “Che” Guevara se pronunciara ante la Organización de las Naciones Unidas en diciembre de 1964 por la “coexistencia entre estados con diferentes sistemas sociales”.
Aunque el gobierno cubano enarboló la bandera del internacionalismo, y Fidel Castro se pronunció en su discurso de la Segunda Declaración de La Habana en febrero de 1962 “sin reservas en favor de los movimientos armados revolucionarios en Latinoamérica, que debía inspirar el ejemplo de la Sierra Maestra” (Proceso), y fundó la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) en 1967, con el objetivo declarado de extender los movimientos guerrilleros, fue cuidadoso en no promover un programa socialista en el plano internacional, sino un programa reformista burgués, colaboracionista de clases, de unidad con sectores “progresistas” ajenos a la clase obrera.


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Fidel Castro con el asesino presidente de México, Luis Echeverría.

El gobierno cubano evitó involucrarse en diversas luchas contra el imperialismo estadounidense, como fueron las protestas contra el robo estadounidense del Canal de Panamá en 1964, contra la invasión estadounidense de República Dominicana en 1965, o el apoyo a movimientos armados en México. También resultó contradictorio al discurso su rechazo a la solicitud de entrenamiento y apoyo por parte del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) a finales de la década de 1960, y el trato dado a varios guerrilleros mexicanos exiliados en Cuba en la década de 1970, quienes señalaron que eran encerrados por el gobierno cubano mientras los ministros mexicanos visitaban la Isla durante la presidencia del asesino y títere del imperialismo estadounidense Luis Echeverría Álvarez —gran amigo de Castro—, para evitar que llevaran a cabo algún tipo de manifestación de protesta, entre muchos otros ejemplos.
Al mismo tiempo que recibían a ministros burgueses, el gobierno cubano aplastaba a organizaciones marxistas, rompiendo la prensa y prohibiendo la publicación del periódico Voz Proletaria, y la obra de Trotsky Revolución Permanente, encarcelando a los militantes de la organización “trotskista” posadista Partido Obrero Revolucionario, cuyos militantes habían participado en la lucha revolucionaria contra el gobierno de Batista, y cuya organización fue prohibida por no alinearse al monolitismo stalinista, y por llamar por la toma del poder por la clase obrera.
Imperialistas al acecho
Desde hace más de medio siglo, Estados Unidos ha intentado derrocar al gobierno cubano a través de diferentes acciones, que van desde medidas económicas hasta operaciones terroristas, buscando eliminar cualquier ejemplo que se diferencie de la violencia capitalista tan salvaguardada por la potencia imperialista. Y es que no es fácil para el imperialismo asesino aceptar que Cuba, que en 1959 degolló a su burguesía nacional cuando el Estado tomó las riendas de la economía, siga existiendo aun sin el apoyo de la Unión Soviética.
Sabemos que, para Estados Unidos, se trata de exprimir todo lo que se pueda del contexto político internacional. Sabemos también, que cuando se trata de la hipocresía histórica de los mandatarios del país, el actual presidente, Donald Trump, no es más que una caricatura grotesca incapaz incluso de seguir los rituales de su política burguesa. Es por esto, que con el pretexto de tener un genuino interés por restablecer el capitalismo en Cuba, Trump ha optado por aumentar las restricciones económicas hacia la isla.
Dentro del discurso de Trump, su antecesor, Barack Obama, fue el responsable de suavizar el bloqueo económico que se sostenía desde 1960 y, sostiene también, que esto ayudó al gobierno de Raúl Castro. El nuevo titular de la paz mundial y de la libertad luminosa del país vampírico quiere revertir estas medidas que se supone han tersado el trato entre ambos países. Los críticos de Trump comentan que estas nuevas medidas en realidad evocan un ambiente político similar al de la Guerra Fría. Asimismo, piensan que un desarrollo comercial y de relaciones entre Cuba y Estados Unidos sería el verdadero camino para asegurar una restauración capitalista.


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Donald Trump endurece políticas contra Cuba en junio de 2017. Foto: Roberto Koltun.

Si se analizan los debates que surgen en la esfera política estadounidense sobre el futuro cubano, se hace evidente que sólo es una riña insípida en relación a metodologías, pero la meta final permanece inamovible: el derrocamiento del Estado obrero deformado que surgió a partir de la Revolución Cubana. Las diferentes políticas, entre el gobierno de Obama y el actual, representan esas corrientes que a gran escala son indistinguibles.
Lo que sucede en Cuba, habría que explicarle a Trump cuando deje en paz su sonaja también conocida como Twitter, es que no existe propiamente un sistema comunista, sino un Estado obrero deformado desde su incepción. A decir verdad, no ha existido ningún país que haya alcanzado el desarrollo comunista, por esto es que se necesita eliminar la ideología capitalista que utiliza las palabras como le parecen más conveniente.
En el momento del triunfo de la Revolución Cubana, el contexto político internacional constaba de dos grandes polos: aquellos países encabezados por Estados Unidos y aquéllos que tenían a la Unión Soviética. Para ese momento, el Estado obrero de la URSS, que alguna vez fue sano, ya había degenerado debido a la multiplicidad alcanzada por la casta burocrática. Dicha degeneración no fue, como pretenden argumentar los apologistas del capitalismo, un producto lógico de la Revolución de Octubre de 1917, sino por una serie de presiones externas (como lo es la invasión de catorce ejércitos imperialistas), un incipiente desarrollo económico e industrial, y la imposibilidad de la extensión de la revolución socialista en el plano internacional.
La aparición de la casta burocrática en Cuba fue incluso más rápida. En primer lugar, debido a que la constitución del movimiento revolucionario era propia del campesinado y de la pequeña burguesía, y porque no había un partido de la clase obrera buscando tomar el poder político y oponiéndose a la usurpación del poder de la burocracia castrista. En segundo lugar, debido a la influencia de la Unión Soviética. Y también por la presión económica y militar de Estados Unidos.
La URSS apoyaba con alrededor de 4 mil millones de dólares al año a la economía cubana, mientras Estados Unidos invadía la isla como en 1961, en Bahía de Cochinos, cuando la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) agrupó a una serie de terratenientes, gusanos y militares pertenecientes al régimen de Fulgencio Batista para destruir las conquistas de la revolución que, entre otras, estaba la de haber nacionalizado el 80% de las empresas en 1960.


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Gusanos cubanos entrenados por la CIA son derrotados por revolucionarios cubanos en 1961 tras intentar invadir Bahía de Cochinos.

El Demócrata John F. Kennedy fue el principal responsable del intento de invasión y, debido a su derrota, le encomendó a su hermano Robert F. Kennedy la realización de la “Operación Mangosta”, que consistía en intentos de sabotaje y de asesinato contra Fidel Castro.
La burocracia se encuentra en un estado de inercia, como todas las burocracias que operan en los Estados obreros deformados. La casta buscará mantener sus privilegios y, al mismo tiempo, satisfacer al imperialismo.
Como ha sido demostrado por la historia, si la revolución no se extiende a los países de mayor desarrollo industrial, el Estado obrero será destruido, tal como ocurrió en la Unión Soviética. Por eso la burocracia no tiene problema alguno si la internacionalización del movimiento revolucionario se prolonga indefinidamente, ellos son los parásitos que surgen en este ecosistema político.

Las reformas económicas abren las puertas al capitalismo
Tras el derrocamiento contrarrevolucionario del Estado obrero burocráticamente degenerado de la URSS entre 1991 y 1992, Cuba se sumergió en una severa crisis económica, ya que la URSS sostenía gran parte de la economía cubana proporcionando suministros de combustible, materiales, alimentos, ayuda militar, etc. Además, Cuba perdió mercados de exportación y los precios de sus productos en el mercado internacional cayeron considerablemente, como fue el caso del azúcar. Con esta crisis comenzó el llamado “Periodo especial en tiempo de paz” y se da la apertura a empresas privadas y a la inversión extranjera que al pasar de los años se ha ido reafirmando.
A mediados de la década de 1990, el entonces Ministro de Economía de Cuba, José Luis Rodríguez, implementó el primer paquete de reformas que consistían en una amplia apertura a la inversión extranjera y de mercados, así como a la descentralización del comercio exterior. Con este paquete de reformas, en 1995 se creó la Ley No. 77, “Ley de Inversión Extranjera”, que tuvo como finalidad la creación de nuevas formas de propiedad.


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El nuevo presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, promulgó una nueva constitución que pone en riesgo las conquistas revolucionarias. Foto: EFE.

Ya en 2006, cuando Fidel Castro dejó el poder en manos de su hermano Raúl, éste inició una serie de reformas económicas para “actualizar el modelo socialista” (Nodal), a través de la aceptación del trabajo autónomo por “cuenta propia”, la compraventa de viviendas y vehículos, créditos bancarios a trabajadores del recién creado sector privado, la apertura de cooperativas en sectores distintos al agropecuario, una nueva ley de impuestos, entre otros. En 2008, el gobierno cubano decidió repartir las “tierras ociosas” a productores privados. Posteriormente, en 2009, la primer reforma del “proceso de reordenamiento laboral” (OnCuba) significó la reducción de las plantillas de los trabajadores estatales, lo que implicaba un mayor número de trabajadores cubanos que se convirtieron en “cuentapropistas”, quienes tuvieron que buscar empleo en ramos privados más diversificados. Cinco años después, en 2014, el turismo estadounidense a Cuba comenzó a acrecentarse a partir de una supuesta normalización de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos (El Vocero), lo que después fue clausurado por el presidente estadounidense Donald Trump.
Las múltiples reformas que han surgido durante los últimos años en el país bajo la excusa de “sacar adelante” la economía cubana, condujeron a la creación, en 2014, de la Ley No. 118 “Ley de Inversión Extranjera” que sustituyó a la Ley No. 77 de 1995. Esta fue avalada por el Consejo de Estado y la Asamblea Nacional. Dicha ley busca atraer a los inversionistas extranjeros para, supuestamente, “modernizar la economía cubana”. Alrededor de 2,500 millones de dólares anuales propios del capital internacional era lo esperado. Esta medida económica tiene varios puntos relevantes: la reducción del 30% al 15% a los impuestos sobre las ganancias; se garantiza el carácter inviolable de la propiedad de empresas inversoras, a menos que exista el caso de una emergencia nacional y, en dicha situación, se tendría que pagar una indemnización; la eliminación al impuesto de contratación calculado a partir del 20% del salario; la ampliación de áreas de inversión en zonas petroleras, turísticas y mineras; se permite la instalación de empresas constituidas en su totalidad por capital extranjero; y, se garantiza el flujo de importaciones y exportaciones sin regulación alguna por el Estado, rompiendo así con el control estatal sobre el comercio exterior, lo que significa un duro golpe para las bases del Estado obrero deformado y para el proletariado cubano.
A través de las reformas económicas de la burocracia castrista se ha incrementado la desigualdad entre los cubanos, sin embargo, esto no significa que se haya restaurado el sistema capitalista, sino que hace más clara la usurpación del poder político por una casta burocrática parasitaria incapaz de llevar a cabo las tareas socialistas. La restauración del capitalismo es impulsada ferozmente desde afuera por el imperialismo estadounidense y la burguesía internacional, tratando de incidir en la burocracia cubana para que esto suceda.
Diversas voces han convergido con los imperialistas y los gusanos de Miami que reclaman la restauración del capitalismo en Cuba. Dentro de la burocracia y la intelectualidad orgánica al sistema cubano surgen cada vez más promotores, fortalecidos en años recientes por el “pragmatismo de Raúl” (Castro), como señaló el economista, profesor titular de la Universidad de la Habana, investigador y consultor de varios ministerios del gobierno cubano desde los años 1960s, Juan M. Ferrán Oliva, quien en 2015 obtuvo el galardón literario más importante en Cuba, el premio Casa de las Américas por su libro Cuba año 2025 (2015). En dicha obra llama a la restauración capitalista de manera apenas velada, a través de lo que señala como el proceso iniciado por “la experiencia china”, ya que considera que no debe “remendarse” el actual modelo sino “cambiarse”, y agrega:
Ahora renacen los viejos valores. Los trabajadores por cuenta propia, o autónomos como son llamados en otras latitudes, son denominados cuentapropistas. Es un cubanismo de sabor vergonzante, incluso ridículo. En el fondo son capitalistas de poca monta; pequeños burgueses que se convierten en burgueses cuando contratan trabajadores asalariados. Antes repudiados, ahora son la salvación de la economía. Sic transit gloria mundis.
La propaganda imperialista del “sueño americano” y las mentiras de sus “calles pavimentadas en oro” han logrado engañar a millones de personas alrededor del mundo. Incluso, puede resultar comprensible lo atractivo que resulta para las masas empobrecidas de países semicoloniales como México o de los países de Centroamérica el migrar a ese país para llevar a cabo los trabajos que no interesan a los anglosajones por migajas ya que, en sus países de origen, la muerte está a la vuelta de la esquina debido a la pobreza, a las enfermedades curables, a la represión estatal, un fuego cruzado, o en un simple asalto —todo esto como resultado del capitalismo. La realidad de los trabajadores inmigrantes en Estados Unidos y Europa la mayor parte del tiempo los mantiene en la pobreza, y bajo el riesgo de terminar en un campo de concentración, en una cárcel, o muertos a manos de un racista con o sin uniforme. Le decimos al proletariado cubano desde México que se vean en nuestro espejo, esta es la terrible miseria que les espera si se restaura el capitalismo en Cuba.
Defender las conquistas de la Revolución Cubana
La Revolución Cubana ha sido la revolución más profunda de América. La expulsión de los imperialistas estadounidenses y la expropiación de la burguesía enraizada en Cuba, junto con la destrucción del Estado capitalista, significó una gran victoria para los explotados del mundo. El carácter universal del acceso a la salud, educación, cultura, deporte, servicios eléctricos, y agua potable, así como la erradicación de los prejuicios de género y raciales, que los coloca en una situación de igualdad muy por encima de países como Estados Unidos, son grandes logros para las masas trabajadoras que deben ser defendidos a toda costa.


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Familia cubana en La Habana. Foto: Tribuna Obrera.

El sistema de salud de Cuba lleva décadas siendo un ejemplo a nivel mundial —incluso la Organización Mundial de Salud, siendo un instrumento del imperialismo, lo reconoce—, al ser universal y gratuita para todos los cubanos. El tratamiento de enfermedades crónicas, la longevidad de personas de la tercera edad de ambos sexos, el menor índice de mortalidad infantil, entre otros, son muestra de la importancia que Cuba ha dado al bienestar de todos los seres humanos.
Entre 1990 y 2016, el gobierno cubano, a través de su sistema de salud, atendió de manera gratuita a más de 26 mil personas, en su mayoría niños, afectadas por el desastre nuclear en Chernóbil, Ucrania en 1986. Estas personas fueron recibidas en Cuba como parte del Programa Integral de Salud en el Instituto de Hematología de La Habana y en el Servicio de Oncología del Hospital Pediátrico Docente Juan Manuel Márquez. Además, Cuba abrió un centro hospitalario en el balneario de Tarará exclusivamente para atender a las personas afectadas. Todos disfrutaron de atención médica gratuita y los niños fueron inscritos a escuelas para que continuaran con su educación, todo cubierto por el gobierno cubano.


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Hospital General Universitario Vladimir Ilich Lenin de la Ciudad de Holguín. Foto: Paco Azanza Telletxiki.

Asimismo, en agosto de 2005, el gobierno cubano conformó una brigada para dar apoyo a las personas afectadas por el Huracán Katrina en Nueva Orleans, sin embargo, el gobierno de Estados Unidos rechazó la ayuda cubana. El 19 de septiembre de 2005 esta brigada quedó constituida oficialmente y fue nombrada Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias “Henry Reeve”. Esta brigada ha dado su apoyo en muchas ocasiones más. En 2016, tras el paso del Huracán Matthew por el Caribe, Haití fue severamente afectado. El huracán dejó un saldo de al menos 250 muertos y 350 mil damnificados, por lo que la brigada cubana fue enviada para dar asistencia a las víctimas en Haití. También, en 2017, cuando varios terremotos azotaron a México, afectando principalmente al Estado de Oaxaca y a la Ciudad de México, fue enviada una brigada cubana con medicamentos y equipo médico para dar apoyo a los damnificados, entre muchos otros ejemplos. Desde 1961, Cuba ha enviado a cerca de 120,000 médicos y enfermeras a más de 100 países.
Lo mismo se ha logrado con la educación, al caracterizarse por ser gratuita y universal, además de profundamente humanista. Incluso más de 40,000 personas han recibido educación y capacitación totalmente gratuita en distintas facultades de medicina. El excepcional y universal sistema de salud, el sistema educativo, la garantía de un hogar, son algunos de los hechos que el imperialismo estadounidense no puede ocultar. A pesar del bloqueo económico que ha ejercido por más de 50 años contra la Isla, Cuba —con todo y sus deficiencias— ha sido ejemplar al garantizar el bienestar de los cubanos.
La clase obrera cubana, y los trabajadores, tienen memoria de lucha. Lo demuestran los miles de militantes revolucionarios cubanos que defienden las conquistas de la Revolución Cubana, así como los otros millones que fueron formados gracias a esta y que, para defenderla, trabajan día a día con solidaridad revolucionaria y conciencia de clase en hospitales, escuelas, en el campo, en la industria o en los servicios, dentro y fuera de Cuba. Basta con asistir a un hospital en La Habana o en las provincias orientales, como Holguín, para ser testigos de cómo trabajadores de lo más altamente calificados a nivel mundial, ofrecen su fuerza de trabajo de manera incansable para la salud de sus compañeros, sin verse dominados por la relación mercantilista, alienadora y privatizadora del capital-trabajo. Lo mismo acontece en la educación, basta acudir a las aulas para observar los principios liberadores de la crítica en que se basa la pedagogía en todos los niveles educativos, libre de la mercantilización de los contenidos y sustentada en la conciencia de clase. No obstante, todo esto se perderá si se permite la restauración capitalista. Sólo bajo el verdadero socialismo las conquistas revolucionarias permanecerán y se profundizarán, para ello es urgente y necesaria una revolución política, liderada por la vanguardia del proletariado, que arrebate el poder a la burocracia cubana.


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Médicos cubanos de la Brigada “Henry Reeve”. Foto: Cibercuba.

La desigualdad en Cuba entre la casta burocrática y los inversionistas extranjeros de un lado, y el proletariado del otro, va en ascenso de la mano de las nuevas reformas económicas y la presión estadounidense. Sin embargo, las conquistas obtenidas de la revolución tienen que ser defendidas por todos los obreros, y trabajadores en general, ya que significan un avance con respecto al yugo capitalista. La clase obrera estadounidense, a través de una lucha contra “su propia” burguesía imperialista, puede y debe fungir un papel central en la defensa del Estado obrero deformado cubano. Y de manera inmediata debe luchar, además, por la eliminación del bloqueo económico impuesto por el imperialismo estadounidense para estrangular la economía cubana.
Por la revolución política proletaria, por la revolución mundial
La defensa de Cuba y de todos los estados obreros deformados que sobreviven es fundamental para las organizaciones que se reclamen marxistas, y para los explotados y oprimidos del mundo, tal como lo fue en su momento la defensa de la URSS, ya que como Trotsky mencionó en su Carta a los obreros de la URSS (1940), “los que no saben defender las conquistas ya ganadas nunca podrán conseguir otras nuevas”. Los capitalistas fueron expropiados y los imperialistas derrotados en esos países por una revolución social, mientras la clase obrera y las masas trabajadoras disfrutan actualmente de grandes logros en aspectos primordiales para vivir una vida que vale la pena vivirse. Ante esta realidad, los comunistas revolucionarios tenemos una clara posición en su defensa.
El manifestarnos por la defensa incondicional de los Estados obreros ante los ataques del imperialismo y los intentos de restauración por la burguesía internacional y de un sector de la burocracia traidora, significa también el luchar por una revolución política que coloque a la clase obrera en la dirección del Estado, expulsando a la casta burocrática parasitaria. No es a través de las leyes capitalistas de mercado que mejorarán las condiciones de la clase obrera y de los trabajadores cubanos, sino al contrario, es a través de la profundización y extensión de la revolución social, por medio de una revolución política y la conquista del poder político, lo que permitirá asignar los recursos en base al lema socialista “a cada quien según su necesidad, y a cada quien según su capacidad.” Trotsky, analizando el futuro de la Unión Soviética, marcó una línea clara con respecto a la necesidad de una revolución política librada por la vanguardia de la clase obrera para derrocar a la burocracia parasitaria y construir verdaderamente el socialismo:
Supongamos que la burocracia soviética es arrojada del poder por un partido revolucionario que tenga todas las cualidades del viejo partido bolchevique; y que, además, esté enriquecido con la experiencia mundial de los últimos tiempos. Este partido comenzaría por restablecer la democracia en los sindicatos y en los soviets. Podría y debería restablecer la libertad de los partidos soviéticos. […] Aboliría los grados, las condecoraciones, los privilegios, y restringiría la desigualdad en la retribución del trabajo, en la medida que lo permitieran la economía y el Estado. Daría a la juventud la posibilidad de pensar libremente, de aprender, de criticar, en una palabra, de formarse. Introduciría profundas modificaciones en el reparto de la renta nacional, conforme a la voluntad de las masas obreros y campesinas. […] Continuaría y ahondaría la experiencia de la economía planificada. Después de la revolución política, después de la caída de la burocracia, el proletariado realizaría en la economía importantísimas reformas sin que necesitara una nueva revolución social. Si, por el contrario, un partido burgués derribara a la casta soviética dirigente, encontraría no pocos servidores entre los burócratas actuales, los técnicos, los directores, los secretarios del partido y los dirigentes en general. […] El objetivo principal del nuevo poder sería restablecer la propiedad privada de los medios de producción. […] Aunque la burocracia soviética haya hecho mucho por la restauración burguesa, el nuevo régimen se vería obligado a llevar a cabo, en el régimen de la propiedad y el modo de gestión, una verdadera revolución y no una simple reforma. […] La victoria del proletariado sobre la burocracia señalaría el renacimiento de la revolución socialista.
—La revolución traicionada, 1936.
Para evitar la restauración del criminal capitalismo en Cuba; para luchar por una sociedad verdaderamente igualitaria, sin las desigualdades y privilegios promovidos por la regordeta y sofocante casta burocrática enquistada en los ministerios, y la burguesía incipiente, ligada a la burguesía internacional y el imperialismo; para romper el cerco del bloqueo económico de los imperialistas, y evidenciar el verdadero carácter de la inversión extranjera de distintas potencias y corporaciones capitalistas; y finalmente, para arrebatar el poder a la burocracia castrista, que como señaló Trotsky en La revolución traicionada (1936) “sólo podrá ser suprimida revolucionariamente”, debe forjarse un partido leninista-trotskista que sea la vanguardia de la clase obrera, y promoverse la creación de órganos de poder proletario, como sindicatos, comités de fábrica y consejos obreros con total independencia de clase, libertad de expresión y organización. Debe construirse una verdadera democracia obrera, en la cual dicha clase se gobierne directamente, creando órganos de representación, en donde todo funcionario estatal y administrativo sea elegido por el proletariado de la ciudad y del campo, y que respondan ante ellos. Nuestro modelo radica en los Sóviets (consejos obreros) surgidos de la Revolución Rusa de 1917. Para ello, es necesario reforjar la Cuarta Internacional, el partido mundial de la revolución socialista, teniendo como tarea llevar a cabo la revolución política en Cuba, y llevar a cabo la revolución social en América Latina, así como en los países más industrializados, especialmente al interior de la bestia imperialista estadounidense. ¡Por la revolución socialista mundial! ¡Únete al Grupo Obrero Comunista!

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