La categoría del personaje es una
de las más complejas de la literatura. Por un lado, las identidades nacionales históricamente
han llevado a que se lea al personaje literario bajo el imaginario regional
político (acarreando con él a los críticos literarios, mismos que se alinean a
la hegemonía identitaria): será Raskolnikof para los rusos, Hamlet para los
ingleses, Vanjean para los franceses, Páramo para los mexicanos o los Buendía
para los colombianos. Sin embargo, el análisis hermenéutico reinterpreta al
personaje en su forma y sustancia: el personaje será personaje en cualquier
literatura, y sus niveles de lectura según Todorov (1984: 259-261), son: personaje
y persona; personaje y visión; personaje y atributos; personaje y psicología.
Así, el conflicto es la visión del personaje, bajo el cual se
intenta globalizar la acción del mismo; es el punto de vista con que se inserta
en una realidad ficcional, sin embargo, no se debe disminuir la visión del
personaje a esa proyección interior, sino que el lector debe tomarse en cuenta
para la interpretación del espacio-tiempo de la narración. Un segundo trance son
los atributos del personaje, pueden ser las características físicas o las
situaciones en que se ve inscrito dentro de la narración, Todorov lo contrapone
con el argumento de que no pueden ser simplificados los personajes a tales
atributos, sino que la descripción de la historia total los lleva, en
ocasiones, a modificar ciertas características preestablecidas. El último
conflicto es el de la psicología del personaje, el cual existe debido a que las
proposiciones de la misma narración llevan a conclusiones externas derivadas de
dicha ciencia social. El lector será quien determine las direcciones
psicológicas una vez leído el libro; debido a ello no existen presignificaciones
de dicha índole más que en las corrientes identificadas como tales. Las
caracterizaciones del personaje se deben muchas veces a términos estructurales
y descriptivos sin ser intrínsecamente tomados como de naturaleza psicológica,
por lo que la ‘proposición narrativa’ se debe a la sintaxis de la obra y no a
la semántica; sin embargo, como el mismo Todorov acota: “algunos teóricos del
relato ven más de una función sintáctica en la proposición narrativa; en ese
caso, se tendrían junto al sujeto funciones tales como ‘objeto´,
‘beneficiario’, etc” (1984: 260).
El ejemplo es Erdosain, personaje de
Roberto Arlt. En Los siete locos de
1929, lo abstracto es radical al vislumbrarse como literatura de contradicción en
la Argentina del 30 y como crítica a las viejas formas narrativas. Es una
novela con tintes estructurales del realismo pero sin suscribirse a tal, así
como tampoco se le identificará como una novela del boom, ya que los precede.
La singularidad de la misma abre
brechas, como la crítica argentina de la época la calificó: “La novela de Arlt
no es argentina, tampoco es universal. Acaso no sea ni una novela. ¿Pero su
acción es humana?… Arlt no ha necesitado más tiempo, ni mucho paisaje. Le ha
bastado con describir estados de conciencia –o de subconciencia…” (Barbieri,
1929: 728).
Uno de los elementos más desacreditados
en su época fue la mala ortografía en la escritura de Arlt, sin embargo, más
que desvirtuar al texto, enriquece su literatura al generar un campo para la
clase oprimida por la expansión de las urbes. Las erratas de Arlt, más que ser
errores que desvirtúan al texto, dan una caracterización cuasiperfecta del
personaje, Erdosain. Tal vez Todorov en su estructuración ha
olvidado la errata como significante del texto: considerar el error como esa
nueva capacidad narrativa de la literatura latinoamericana (como la hay en un más
tardío García Márquez). En sí, Erdosain es el reflejo de representar a la
literatura latinoamericana bajo la masificación de la locura.
El
nudo Erdosain
Remo Erdosain es un hombre de alrededor de 40 años, inventor por
convicción al cual su esposa abandona y quien está sumergido en sí mismo por su
personalidad introvertida. En sí, la narración es un compendio de tres días en
los cuales una serie de personajes desvariados se compaginan para lograr una
revolución ideológica y política por la transformación anárquica mundial; el
asesinato y la bajeza del individuo son los puntos de entrada de sus
planificaciones.
El conflicto lo llevará
a resoluciones claras para él pero nebulosas para el lector; a veces
maquilladas por el Astrónomo, llevando a cabo un interesante juego de
multiplicidades argumentativas que no terminan de guiarse por una línea sino
que recorren las posibilidades de la mente de un hombre trastornado. Así, se
verán comparadas con ideas preconcebidas por su mente paranoica, las cuales en
algunas ocasiones lo llevan a tomar otro tipo de decisiones que no son las que
se considerarían ‘normales’.
El asesinato propuesto y planeado por
él terminará siendo el elemento menos significativo, al desvariar sobre otras
tan insignificantes como el deseo o la muerte propia. El diálogo interno de
Erdosain llega a transfigurar el discurso de la obra ya que las posibilidades
de decisiones se verán permeadas por la locura misma, la cual crea una
dialéctica negativa en un hombre inserto en la sociedad modificada por la afluencia
en la urbe y la contradicción cultural.
Así se comienza a configurar como
miembro selecto de personajes ficcionales dentro de una literatura lista para
consagrarse. La literatura latinoamericana, antes y posterior a él, toma su
lugar dentro de la cultura mundial como corriente singular; como lo dice Campra
en relación de que después de la primera mitad del siglo XIX: “Mucho tiempo
deberá transcurrir para que se acepte la modalidad lingüística latinoamericana
en el registro literario elevado. Sólo a mediados del siglo XX se afirman
códigos nuevos de expresión” (Campra, 1998: 21). Y es en ese momento, en las
décadas de Arlt en que la línea de niñez y adolescencia de la literatura latinoamericana
permeada por lo rural tuvo su fin. Madurez precoz anti canónica.
No fue gratuito, hubo malentendidos acerca de esta nueva
literatura ante el conservadurismo. Literaturas alternas a la urbe como la
Borges y Quiroga, que se discutían entre modernizarse o no, fueron descubriendo
ese nuevo mundo que se conformaba en algo cosmopolita para darle nombre; nombre
que terminó siendo desvalido y abstracto: “La ciudad es despiadada y
corrompida, y la única manera de sobrevivir en sus meandros es reaccionando a
los estímulos de modo imprevisible, irracional” (Campra: 1998: 55).
Erdosain es el personaje que se
presenta por fuera de ese falso debate de la modernidad. A la ficción de un
mundo que se debatía entre la comparación con otras urbes desarrolladas y su miseria.
La locura no era estatus social. Erdosain es la mezcolanza abstracta de la
realidad centralizada en unidades delimitadas que la industrialización requiere,
en sí, es “la violencia que se convierte en una nueva categoría crítica”
(Campra, 1998: 82), es la adhesión de la violencia psicológica a la sociedad
latinoamericana; la locura de la revolución tiene su evolución. Sin embargo, es
la mezcla de personalidades es la renovación de la humanidad en un espacio
relativamente preservado para que se termine expresando la misma miseria y su
explotación; la negación de esa explotación tendrá sus caminos, uno de ellos
será la locura misma.
Entonces, ¿por qué
Erdosain no es? Dentro de la narración representa otras realidades imaginarias
que él mismo se crea. Se lee a sí mismo, se interpreta y termina actuando sobre
su realidad, determinándola a partir de una decisión inconsciente. Es, sí, un
mundo en lucha, pero un mundo interno; no es ya, bajo esta lectura, el “espacio
real y metafórico de América Latina [que] se ve siempre como expropiable […]
representando un mundo en lucha, y a menudo aplastado por las fuerzas
reaccionarias” (Campra: 1998: 119), sino que es la mente de ese mundo, la razón
que llega a sus límites reales (del suicidio en el Lanzallamas) que se ven, no expropiados, pero sí explotados ante la
universalidad. De ahí deriva la imaginación, la capacidad creativa del loco
Erdosain ante sus similares, tanto más allá como para imaginar situaciones que
no suceden:
Crea ficciones dentro de su (y nuestra)
ficción, representativas de la contradicción y profundidad del latinoamericano,
pero que configuran entrañablemente a cualquier personaje de la literatura
psicológica del siglo XX; son remembranzas que se encajan en la literatura
posterior para alimentar ese acallado talento literario.
Erdosain se ve
constantemente tentado a tomar decisiones que en una sociedad moderna pueden
representar el “bien”, pero no lo hace ya que sus preposiciones son
restringidas a un estado psíquico que lo confronta como protagonista y
antagonista; él se conforma en su doble, en su vivir y morir:
¿Erdosain es él o somos nosotros? Tal
vez somos todos con la identidad por delante, siempre brumosa pero sin
desvanecer. Ligados a una manera de ver la realidad que se complementa con los
siete locos falaces del apocalipsis arlteano.
Para quienes toman el boom
como el momento representativo de la literatura latinoamericana, deben, en todo
momento, regresar y leer a los otros.
La configuración de un ser latinoamericano que en palabras de Rosalba Campra se
pregunta: “Frente a una subalternidad de siglos, hoy América Latina tiende a
afirmarse con el ímpetu del postergado que por fin reclama el derecho de decir
‘yo’. Pero ¿cuál es el contenido de ese ‘yo’? El problema de una definición del
‘ser nacional’ y del ‘ser latinoamericano’ subyace a toda expresión literaria y
crítica” (Campra, 1998: 19).
El falso debate de la universalidad del boom tiene su contraparte en literatos más revolucionarios (en
términos de literatura: experimentales; y también en términos de posición ideológica)
que mantuvieron su producción literaria en las décadas de 1920 y 1930. El rechazo a la prefiguración del criollismo, a la inevitable resonancia
en la tierra y el campo. Ese falso debate se resuelve en la rentabilidad de la
literatura latinoamericana posterior. Si Borges o Paz tuvieron tal repercusión es
porque la literatura y la lírica fantástica a partir de la década de 1940 cooptaron
los mercados del libro (particularmente las inversiones de la
península ibérica). Pero fue a partir de escritores como Arlt, González Tuñon, Jaime
Sáenz, Macedonio Fernández o Vicente Huidobro que la literatura latinoamericana
tuvo la resignificación psicológica anti modernidad. La manera de actuar que es
transfigurada por los embrollos metatextuales. Elementos que darán luz a las
narrativas en el que el lector adquiere nuevas maneras de interpretarse y
actuar; sin embargo, sin la inclinación paradójica de personajes al estilo
Erdosain, ese paso habría sido impensable.
Bibliografía
Arlt, Roberto (2000), Los siete
locos – Los lanzallamas: Colección Archivos No. 44, Ediciones UNESCO, 1°
edición, Barcelona, París, México, Sao Paolo, Lima, San José, 873p. (1era
edición en español de las obras, respectivamente: 1929 y 1931)
Barbieri, Honorio (1929), “Reseña de Los
siete locos en La Literatura
Argentina, noviembre de 1929”, en Arlt, Roberto (2000), Los siete locos - Los lanzallamas:
Colección Archivos No. 44, Ediciones UNESCO, 1° edición, Barcelona, París,
México, Sao Paolo, Lima, San José, pp. 728-729
Campra, Rosalba (1998), América
Latina: la identidad y la máscara: Siglo XXI, 2° edición, México, 232p. (1era
edición en italiano: 1982; trad. del original: Rosalba Campra)
Krysinski, Wladimir (2002), “’Subjectum comparationis’: Las incidencias
del sujeto en el discurso”, en Angenot, Marc, et. al., Teoría Literaria: Siglo XXI, 2° edición, México, pp. 270-286 (1era
edición en francés: 1989; trad. Isabel Vericat Nuñez)
Todorov, Tzvetan y Ducrot, Oswald (1984), Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje: Siglo XXI, 10°
edición, México, 421p. (1era edición en francés: 1972; trad. Enrique Pezzoni)
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