30/5/16
24/5/16
Las relaciones familiares en los Soviets (Primera parte)
León Trotsky, "Las relaciones familiares en los Soviets", La mujer y la familia, Juan Pablos, México, 1974, pp. 51-64.
Publicado originalmente con el título "¿Está la Unión Soviética lista para ser reconocida?", revista Liberty, 14 de enero de 1933. Las preguntas por escrito fueron planteadas por la revista y contestadas por Trotsky en inglés.
1.
¿El estado soviético transforma a los hombres en robots?
2.
¿Está el estado soviético totalmente dominado por un pequeño grupo que desde el
Kremlin ejerce poderes oligárquicos con el pretexto de la dictadura del
proletariado?
3.
¿Los soviets les robaron la alegría a los niños y transformaron la educación en
un sistema de propaganda bolchevique?
En
Estados Unidos se discute a menudo el problema del reconocimiento de la Unión
Soviética. Naturalmente, el reconocimiento diplomático no implica que cada una
de las partes aprueba la política de la otra. Hasta ahora el no reconocimiento
de la república soviética se basó fundamentalmente en razones de carácter
moral. Las preguntas que me planteó el director de Liberty se refieren a ese
tipo de temas.
1.
¿El estado soviético transforma a los hombres en robots?
¿Por
qué? Eso es lo que yo pregunto. Los ideólogos del sistema patriarcal como
Tolstoi o Ruskin dicen que la civilización industrial convierte al campesino
libre y al artesano en tristes autómatas. En estas últimas décadas se lanzó
esta acusación fundamentalmente contra el sistema industrial de Norteamérica
(taylorismo, fordismo).
¿Es
que tal vez oiremos ahora los Clamores de Chicago y Detroit contra la máquina
que destruye el alma? ¿Por qué no volver al hacha de piedra y la choza de
barro, a cubrirse con pieles de oveja? No; nos negamos a hacerlo. En el
terreno de la mecanización la república soviética es a lo sumo una discípula de
Estados Unidos... y no tiene intenciones de quedarse a mitad de camino.
Pero
tal vez la pregunta no se refiere al trabajo mecanizado sino a las
características del orden social. ¿No será que en el estado soviético los hombres
se están convirtiendo en robots porque las máquinas son de propiedad estatal y
no privada? Basta con plantear claramente la pregunta para demostrar que carece
de todo fundamento.
Finalmente,
queda en pie la cuestión del régimen político, de la dura dictadura, la máxima
tensión de todas las fuerzas, el bajo nivel de vida de la población. No tendría
ningún sentido negar estos hechos. Pero no son tanto la expresión del nuevo
régimen como de la terrible herencia del atraso.
A
medida que se eleve el bienestar económico del país la dictadura tendrá que
ablandarse y suavizarse. El método actual de disponer de los hombres dará paso
al de disponer de las cosas. El fin del camino no es el robot sino un tipo de
hombre superior.
2.
¿Está el estado soviético totalmente dominado por un pequeño grupo que desde el
Kremlin ejerce poderes oligárquicos con el pretexto de la dictadura del
proletariado?
No,
no es así. La misma clase puede, según las circunstancias, gobernar valiéndose
de diferentes sistemas y métodos políticos. Así, la burguesía en su trayectoria
histórica gobernó a través de la monarquía absoluta, el bonapartismo, la
república parlamentaria y la dictadura fascista. Todas estas formas de gobierno
conservan su carácter capitalista ya que las riquezas más importantes de la
nación, la administración de los medios de producción, de la educación y la
prensa siguen en manos de la burguesía y las leyes protegen antes que nada la
propiedad burguesa.
El
régimen soviético es el gobierno del proletariado, más allá de la amplitud del
sector que en lo inmediato concentra el poder.
3.
¿Los soviets les robaron la alegría a los niños y transformaron la educación en
un sistema de propaganda bolchevique?
La
educación de los niños siempre y en todas partes estuvo ligada con la
propaganda. La propaganda comienza convenciendo acerca de las ventajas del
pañuelo sobre los dedos y se eleva luego a las ventajas de la plataforma
demócrata sobre la republicana o viceversa. La educación religiosa es
propaganda; seguramente nadie se negará a admitir que San Pablo fue un gran
propagandista.
La
educación universal que imparte la república francesa está imbuida hasta la
médula de propaganda. Su idea fundamental es que a la nación francesa o, más
precisamente, a la clase dominante de la nación francesa le son inherentes
todas las virtudes.
Posiblemente,
nadie niegue que la educación que reciben los niños soviéticos también es
propaganda. La única diferencia reside en que los países burgueses se trata de
inculcarle al niño respeto por las viejas instituciones y por ideas que se dan
por aceptadas. En la URSS se trata de ideas nuevas, y por eso la propaganda
resulta más evidente. "Propaganda", en el mal sentido de la palabra,
es el nombre que se le da generalmente a la defensa y difusión de las ideas
que a uno no le gustan.
En
las épocas conservadoras y estables la propaganda cotidiana pasa desapercibida.
En las épocas revolucionarias la propaganda adquiere generalmente un carácter
belicoso y agresivo. Cuando volví con mi familia de Canadá a Moscú a principios
de mayo de 1917 mis dos hijos estudiaron en un "gimnasio", (es decir,
una escuela secundaria) al que concurrían los hijos de muchos políticos, entre
ellos los de algunos ministros del Gobierno Provisional. En todo el gimnasio
había solamente dos bolcheviques -mis hijos- y un tercer simpatizante. Pese al
reglamento oficial, "la escuela debe ser apolítica", mi hijo, que
apenas tenía doce años, fue despiadadamente golpeado por ser un bolchevique.
Después de que fui electo presidente del Soviet de Petrogrado a mi hijo nunca
se lo llamaba de otra manera que "el presidente" y los castigos se
redoblaron. Era propaganda contra el bolchevismo.
Los
padres y maestros partidarios de la vieja sociedad claman contra la
"propaganda". Si un estado tiene que construir una sociedad nueva,
¿cómo no va a comenzar por la escuela?
"¿La
propaganda soviética les roba a los niños la alegría?" ¿Por qué razón y de
qué manera? Los niños soviéticos juegan, cantan, bailan y lloran como todos los
demás niños. Hasta los observadores malevolentes admiten la atención desusada
que presta el estado soviético a la niñez. La mortalidad infantil descendió a
la mitad de la cifra usual en el antiguo régimen.
Es
cierto que a los niños soviéticos no se les habla del pecado original ni del
paraíso. En este sentido se podría decir que a los niños se les roba la alegría
de la vida después de la muerte. Como no soy un experto en la materia no me
atrevo a juzgar la magnitud de la pérdida. Sin embargo, los dolores de esta
vida tienen cierta prioridad sobre las alegrías de la vida futura. Si a los
niños se les proporciona la cantidad necesaria de calorías la abundancia de su
vida actual será motivo suficiente de alegría para ellos.
Hace
dos años vino de Moscú mi nieto. Aunque no sabía absolutamente nada de Dios, no
pude descubrir en él tendencias esencialmente pecaminosas, salvo la vez en que,
con la ayuda de algunos diarios, logró obstruir totalmente las cañerías del
lavabo. Para que pudiera relacionarse con otros chicos en Prinkipo tuvimos que
enviarlo a un jardín de infantes dirigido por monjas católicas. Las buenas
hermanas no hacían más que alabar la moral de mi ateíto que ahora tiene casi
siete años.
Gracias
a este mismo nieto, el año pasado me puse muy al tanto de los libros rusos para
niños, tanto de los soviéticos como de los de los emigrados. En ambos hay
propaganda. Sin embargo, los libros soviéticos son incomparablemente más
frescos, más activos, más llenos de vida. El hombrecito lee y escucha estos
libros con el mayor placer. No, la propaganda soviética no le roba la alegría a
la niñez.
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